DIGNIDAD

miércoles, 22 de julio de 2009

LA CALOR Y LAS NEURONAS

Todo correcto

Volvía de correr, por el Camino las Viñas, y el amigo Ángel Martínez (Mandajo), desde el púlpito de la máquina diabólica que conducía, se ofreció a llevarme, porque, me dijo: “ña queres estalentáu: correr con el sol que está caindo. Hala, que te subo en el tratol”. Me quedé caviloso. Pensaba que, en Aragón, solemos usar de cierto modo la palabra talento. Entendemos cuando se nos dice que alguien tiene talento para la pintura, las matemáticas o la poesía, pero más bien la usamos como buen juicio o discernimiento para resolver problemas, sean éstos cotidianos o inesperados. Hay, empero, más acepciones: Eduardo Lolumo dijo el lunes pasado que había sido un día canicular y que el siguiente también iba a hacer calor, esta vez con talento. O sea, no sólo expresa una facultad humana la palabra de la que estamos hablando: también el clima puede tener talento. Y en Ejea la usan más. Para entenderlo, mejor pongo un ejemplo: hay dos personas, una de ellas de Ejea, viéndome correr el Maratón de Madrid. La que no es de Ejea, dice: “¿Tú cómo ves que va Roberto? ¿rápido?” Y el de Ejea, seguro, contesta: “¡Ta! ¡Lentoooo!" Aún hay que decir, en fin, que, en Aragón, la acepción de talento como imaginaria moneda griega o romana está en desuso. Pero, si nos enteráramos de que alguien tiene un millón de arrobas de esas monedas, diríamos que tiene talento quien sabe administrar tanto talento.

Bien, como decía, Ángel iba arrellanado en su tractor mientras me increpaba de la manera que os he relatado. No quise subirme, yo pretendía seguir corriendo, así que le di las gracias y le ceñé con las manos para que se fuera... a la vez que vi lo que me pareció un barral, y yo tenía sed. Como ya se había marchado, para no pensar en mi hidratación, preferí pensar en que esa palabra es probable que no la conozcan muchos jóvenes. Así que trato ahora de definirla, con un toque que se asemeja al modo usado por José Luis Coll en sus diccionarios: barral, según la mayoría que sabe qué es, es una garrafa. Y es cierto, lo que pasa es que considero necesario puntualizar que no de plástico. El barral con el que mi madre me mandaba a comprar vino a la Señá Petra, la Viola, era de cristal, o vidrio, y estaba envuelto por una malla de plástico de muchos colorines, con el fin de poder transportarlo. Así pues, podríamos decir que un barral es un recipiente de vidrio o cristal rodeado de cualquier suerte de artilugio que sirva para su transporte y almacenaje, generalmente situado en el mostrador de un bar, que puede usarse para mezclar líquidos y tierra.

Así quedó escrito en mi esmo. Ya estaba cerca de Tauste, de casa, del agua... Y crucé lo que cruza el Camino las Viñas, aún en construcción: la nueva variante. Me fijé en que la labor que lleva a cabo una de las máquinas es, ni más ni menos, la de enronar. Y se me ocurrió, ya puestos, tratar de definir esa palabra, pensando en escribirla aquí, por si hay lectores que no la conozcan: cubrir de escombros, bien sea con Bacardí, Negus o cualquier otra marca.

Y al poco llegué a casa. Menos mal. Igual tengo que acudir con Miguel al mismo psicoanalista.

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