DIGNIDAD

sábado, 29 de agosto de 2009

FUEGO MILITAR


El día 18 salíamos de Sádaba porque teníamos que estar en Zaragoza el 19 bien temprano y, claro, estando en fiestas, era más prudente salir del meollo antes de que éste se produjera. Así pues, decidimos apartarnos de la vorágine y dormir en Tauste. Pues bien, serían las seis de la tarde cuando asomamos el hocico por la Atalaya y ya vimos y no entendimos una nube por encima de La Plana. Es fuego, dijimos. Por desgracia, no nos equivocamos.

Esa noche llamábamos a gente que fue informándonos de lo poco halagüeño de las perspectivas que se vislumbraban.

El día 19, al levantarnos, teníamos la “luna” llena de ceniza. Cuando a mediodía volvíamos de Zaragoza, desde Alagón se veían las llamaradas por la Plana. Hicimos alguna foto.

También nos dio tiempo a oír por la radio comentarios emitidos por dos personas con cargo: José Luis Pola, como alcalde, opinó que no se habían hecho las cosas bien, que se había empezado tarde a actuar. Javier Lambán, como presidente de la Diputación, no dijo nada. Le preguntaba el preguntador acerca de si se había actuado correctamente por parte de los militares y dijo que los efectivos de la Diputación, de quien era jefe, lo habían hecho de manera soberbia, sin tacha. Que estaba absolutamente satisfecho de su funcionamiento. El preguntador insistía, pues no contestaba a lo que le preguntaba, que se basaba en lo dicho por nuestro alcalde... pero Lambán seguía diciendo que todo se había hecho de la mejor manera, divagando en suma, y de ahí no hubo manera de sacarlo. Independientemente de mi relación con José Luis, a mí me pareció que expresó una opinión y el otro se limitó a no ser díscolo, para conservar su trono, supongo yo. Aún oímos a Ismael Sanz, que se expresó muy bien por cierto, como es habitual en él, decir que si a alguien le arde un campo y prohíbe que entre nadie en su propiedad a apagarlo, como se empecinara, seguramente acabaría en la cárcel.

Ya hace unos días desde el Chandrío. Bueno, desde que se produjo el chandrío, que, las consecuencias, pa días. Aunque a lo mejor el chandrío es consecuencia, y no causa, de otros chandríos.

No, yo no fui a la mili. No quería ir, me sabía malo, no sabía a qué fin ir. No sabía, ni sé, para qué sirven los militares.

A lo mejor es necesario el ejército. Quizás, de no tenerlo, estaríamos invadidos, a estas alturas, y ni seríamos aragoneses ni andaluces ni españoles ni nada. A lo mejor hablaríamos hoy en suomi o tagalo, por ejemplo, porque nos habrían invadido gentes de por ahí, de Finlandia o Filipinas, que me ha apetecido poner los dos primeros países que me han venido a la cabeza. Y, por casualidad, empiezan por efe sus nombres. De todas formas, sigo pensando que la necesidad de los ejércitos demuestra que no se sabe vivir, que no se tienen habilidades para resolver conflictos, como digo en otro lugar, en su primera parte.

Ya que los tenemos, parece lógico que se entrenen. No servirían de nada si no lo hicieran. Para que se entrenen son precisas dos cosas: sitio y perras. Las perras ya las tienen (en los Presupuestos Generales del Estado para 2009, se han adjudicado al Ministerio de Defensa 8.240.770.710 €, o sea, ocho mil doscientos cuarenta millones, setecientos setenta mil setecientos diez euros; al de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino 4.813.932.310 €, o sea, algo más de la mitad que a aquél; al de Educación, Política Social y Deporte, 3.819.284.040 €, que son tres millones de euros menos de la mitad de lo asignado a Defensa; al de Cultura se le asignan 836.665.000 € y al de Sanidad y Consumo, 760.020.640 €). El sitio, ya sabemos: uno de ellos es San Gregorio.

El hecho de que se entrenen en todo el cogollo, quiero decir, muy cerca de zonas habitadas, en parajes muy de aprovechar, en lugar de ser destrozados a bombazos, supongo que obedece a que así lo hacen en situaciones muy parecidas a las reales. Pues para lo que les ha servido...

Estos guerreritos puede que ensayen situaciones guerreras, de subsistencia, etc. Dicen que ese día no había maniobras. Que en verano no las hacen. ¿Cómo surgió el fuego pues? Creo que nunca lo sabremos. Puede que el sol diera en el cristal de algún reloj que se le hubo caído a algún coronel cuando retozaba con alguien, en una noche de luna nueva y, claro, no lo encontrara en el fragor de su batalla concupiscente. Luego, prendió en unas matas secas que por allí abundan, dado lo poco que parece que limpian el terreno, y, hala, el fuego se hizo. También puede que no fuera ése el origen.

Después, como ellos se conocen el terreno a las mil maravillas y creen ser tan agudicos, trataron de apagarlo. Pero no pudieron. Ese día igual estaba arrestado o de permiso o en la enfermería el que sabe de apagar fuegos. En fin, la cosa se les fue de las manos... se les cruzaron los cables. ¿Será eso lo que llaman fuego cruzado? Luego, hasta unas cuantas horas después, todos los que estaban esperando, humanos civiles y materiales civiles, cada vez más quemados con la tontería de esas gentes, tuvieron que arrear con el problema que, incrementado –incendio, incompetencia para apagarlo, soberbia por no pedir ayuda a tiempo y torpeza por dejar por aquí y por allá porquería mortífera-, habían causado.

No sé mucho de lo que ocurrió. Pero, con lo que sé, me planteo cosas que acaban concluyendo en lo que ya he dicho antes:

Entrenan en lugares donde es peligroso hacerlo; gastan una pasta gansa en vehículos, en municiones, en uniformes, en comidas para ellos, en ropas, en agua –para beber, lavarse, lavar sus ropas-, en combustible, en sueldos; menoscaban el medio, contaminándolo, quemándolo. Yo creía que, además de pegar tiritos y todas esas chorradas que tanto gustan a unos cuantos, se preparaban para ayudar a los civiles. Sin embargo, la sociedad civil fue la que arregló el desaguisado, en lo que se pudo remediar. No sé, insisto, para qué sirven los militares.

Y mañana, día 30, a las 11 de la mañana en la Caseta del Jabalí, no creo que haya quien me lo explique.

jueves, 13 de agosto de 2009

METAFÍSICA U QUÉ SÉ YO (The inner life, me se valga)




Ayer alguien me dijo que “hay que hacer más vida interior”. Lo entendí. El gesto de pesadumbre, además, me indicó que consideraba que su vida estaba siendo frívola. Y que no le gustaba.

Estoy de acuerdo en que la vida superficial es una vida sin sustancia. Y en que, para una vez que se vive, es mejor aprovechar. Me fijé en esas mariposicas blancas que mueren en una noche: estaban sin parar de moverse, aleteando y reptando, buscando comida hasta que morían. Hasta el último momento seguían alimentándose como con frenesí, como con ansia. Ellas no sabían lo que yo: que ni siquiera iban a poder digerir lo que ingurgitaban, que su trascendencia es inexistente. Pero yo también sé de nuestra trascendencia, la de los seres superiores que somos los humanos: la misma que la de la mariposa, o sea, ninguna. No nos diferenciamos tanto.

La vida interior, realmente, es la única vida que tenemos. Pensemos en qué sucede alrededor. Tenemos acceso a la información de lo que ocurre, bien de primera mano –observamos acontecimientos que pasan ante nosotros- o bien por intermediación de otros –leemos, vemos u oímos lo que sucede, sin que nosotros lo hayamos presenciado-. Una vez informados, adquirimos el conocimiento del hecho, lo procesamos y es entonces cuando nos emocionamos, de la manera que sea. Es decir, la cosa no es la que provoca que sintamos, sino conocer la cosa. Por ejemplo, se muere un amigo ahora mismo en Sebastopol y nos enteramos dentro de un año. Padecemos, penamos, a partir del año que viene, cuando lleva nuestro colega –que en paz descanse- doce meses criando malvas.

Cada uno es una isla. Para cada uno, todo está en función de cada uno. Lo único que sabemos realmente es lo que nos pasa y lo que vamos sintiendo acerca de ello. Es como si no nos moviéramos, como si todo girara alrededor de nosotros. Como si no nos desplazáramos, no fuéramos a los sitios, sino que los sitios nos vinieran. Siempre que estamos conscientes, percibimos lo nuestro y lo alrededor; o, lo que es lo mismo, a nosotros y a la periferia colindante, ambos como tales.

Hasta el más dicharachero guarda algo dentro. Nadie puede –algunos, ni quieren- mostrar su interioridad completamente: todos tenemos emociones, todos podemos nombrarlas. Pero cada uno tiene matices propios, individuales, distintos a la hora de procesar la información, que son los estímulos que provocan después nuestras emociones. La emotividad es distinta, asimismo. Por tanto, cualquier esfuerzo por expresar al otro la absoluta y completa descripción de nuestra interioridad, es infructuoso. Pero no pasa nada: podemos acercarnos mucho y acercar a nuestros próximos a nosotros. Veamos a Gandhi, por ejemplo.

Es decir, repito, la única vida, real, que tenemos, es la interior. Así que no estoy completamente de acuerdo con aquella frase del principio que ayer se me dijo: hay que hacer más vida interior. Pienso que lo que realmente quiso decir, o, al menos, lo que yo creo que hay que hacer, es ser conscientes de esa vida interior, la única vida. Ser conscientes con objeto de poder ser dueños de esa interioridad para poder disfrutarla, disfrutarnos. Ser conscientes de nuestros límites, pero tratar de ampliarnos, de crecer y enriquecernos (ojo, no hablo del enriquecimiento pecuniario). Disfrutar de una fidegüá en el refugio de Lizara, y de la mera contemplación tras subir al Foratón. O contemplar la Torre de Tauste o el paisaje que nos ofrece desde arriba. Tenemos la ventaja de que nos sabemos, es decir, sabemos que somos, cosa que, al parecer, las mariposicas de la luz –y la mayor parte de los otros bichos, los no humanos, según creo- no tienen.

¡¡¡No he tomado nada raro!!! A no ser que fueran alucinógenas las borrajicas que me he metido a meyodiya –que estaban de alucine, por cierto-.

martes, 11 de agosto de 2009

EN VERANO AL RECREO II

Por esta vez, la escuela parece vacía

Quería yo seguir haciendo crónicas de la VI Edición de “En Verano, al Recreo” y, mira por donde, no hubo actuación este sábado pasado, lo impidió el tiempo. Mecagüen...

El sábado, día 1, estuvimos acongojados mirando para arriba y, al final, salió la sesión perfecta, por así decir. Éste, el 8, yo al menos, tan tranquilo. Ni me dio por mirar en la Agencia Estatal de Meteorología, tan claro lo tenía, tan seguro estaba de que todo iba a furular a la perfección. Tenía muchas ganas de saber qué era eso del funky show que nos deparaba el grupo Che y Moche en su obra “La Orquesta”. Uno busca en la wikipedia y halla, entre otras, la acepción de funk que os subrayo, de modo y manera que la curiosidad está palmariamente justificada.

A las siete y media empecé a correr en Sádaba la tercera edición de la “Vuelta al Pantano Valdelafuén”, con otros 55 más. Tenía fastidiado desde el miércoles un músculo de los del tríceps sural, uno que se llama sóleo, así que, como le tengo prometido a una persona que quiero hacer esa carrera mientras pueda, descansé desde entonces y me empeñé en hacerla con rasmia, pero con la rasmiez, rasmidad o rasmitud que pudiera, dejando para otro año tratar de bajar de la media hora. Me equivoqué en cuanto a lo de comer y sobremesear, así que, además de lo del musculico, salí entripáu. En resumiendo, corrí como pude, tardé 32 minutos en recorrer los 5.800 metros –que no está mal, después de todo, para como iba y para como estoy últimamente y, he de decirlo, llegaron antes que yo dos taustanos, Jesús Ángel Salas y Rosa Angoy- y veía unas nubes por la parte de Navarra, que en ningún momento me hicieron pensar que pudieran estropearnos lo del Recreo. A todo esto, siendo el 8 de agosto, corriendo y, además, haciéndolo cerca de un bombero, no me olvidé de Dana, la hija de mi amigo Miguel –el Cervantes de la caravana-, que cumplió ese día... los años que sean. ¡Felicidades otra vez, Dana!

Tras visitar a la tía Luisa, nos bajamos para Tauste. Y empezó a llover. Antes de Ejea, con calma. Pero, entre Escorón y La Venta, sin talento. En la Venta, por cierto, me acordé de mi tío Antonio "Carabinero". Allí, cuando tenía unos 10 años, tuvo que esconderse –era el año 1936- y vio que mataban a unos cuantos “de la parte de Sádaba, Uncastillo y por ahí”, tal como él dice. Con 10 añicos vio –y recuerda con frecuencia- unos cuantos cadáveres de gente asesinada por sus ideas, por tener buenas ideas; y es muy probable que uno fuera el de Conrado Echegoyen Barnese.

Pero, bien, a lo que voy. A partir de ahí apenas de vez en cuando caían unas goticas. Teníamos esperanzas, Mariajosé y yo, de que pudiera celebrarse el concierto. Nos fuimos, sin parar a ducharme, a ver cómo estaba el asunto en la escuela. Y estaba mal. No había muchas esperanzas. Hacía frío. Pero Jaime Carbonel y señora y algunas personas más, allí estaban, fieles. Los Che y Moche también estaban, jodidos pensando en que no iban a poder actuar, porque les hacía mucha ilusión; les encanta mostrar ese espectáculo. Decía uno de ellos que hubiera gustado, pues, cuando el emisor está disfrutando, transmite ese placer al público. En fin, que nos quedamos a la fresca. Aún me fui a casa, me duché –y me abrigué-, y llegué a tiempo de retirar las sillas, pues había caído una buena cantidad de agua y se había optado, definitivamente, por suspender la cosa.

Llamé a Txema para contarle la mala sombra del sábado de autos y felicitar-nos de cómo había salido siete días antes. Me expresó sus condolencias, sinceramente –no me dijo que le hacía duelo, porque no saben en Málaga decirlo, pero entendí que era lo que me expresaba-.

Al rato, en el bar nuevo, me encontré con una gente que hacía algún tiempo que no veía. Ella me dijo que les iba bien, que funcionaban como pareja. Miré a los dos, que me sonreían, y les volví a decir, como había hecho hará cosa de dos años: “no, si va a ser verdad que la terapia sexual y de pareja funciona”. Nos echamos a reír los tres. Son ellos dos personas que acudieron a mí cuando pensaban que como pareja estaban a punto de dejarlo, de naufragar. Mira por dónde, según me dijeron, desde entonces van cada vez mejor. Y recordamos cosas. Qué curioso, La Venta salió a colación, por motivos diametralmente opuestos al asunto de mi tío, en este caso la cosa era muy placentera, era por algo que se procuraron allí una noche del verano pasado, a la luz de la luna. Pero, como se decía en “Irma la dulce”, eso es otra historia -¡ay, Billy Wilder!-. Algo es algo, me decía yo, pensando en cómo había ido acabando el día.

Hay de todo, como veis. Y, qué queréis que os diga, todo afecta, incluso las cervecicas que van siendo consumidas en este verano enorme. Así que, como decíamos jugando a “Se retira tomate cagadilla”: “me se valga”.

(Por cierto, y ya que digo “me se valga”, me viene al esmo que, leyendo hoy la prensa, cuando Montoro dice lo que dice –pinchad en el último dice, joder- se me ha ocurrido lanzar una cuestión: ¿creéis que dijo lo mismo cuando se le lió la que se le lió a Julián... -jo, no recuerdo el apellido, ése que estuvo en el Rocío con Isabel Pantoja, que fue alcalde de Marbella-? Lo digo porque tan persona con responsabilidades públicas y tan honesta como pueda serlo cualquier chorizo electo, convicto e irresponsable público del PP -o del PSOE, o de IU o del Sursum corda- es, o era, el Julián al que aludo, o cualquier otro “Julián”).

Me se valga todo este maremágnum o batiburrillo (no se me pregunte qué tiene que ver todo entre sí, que no voy a contestarlo)... y esperemos poder contar más de Gabriel Sopeña que de Che y Moche.

martes, 4 de agosto de 2009

THE SILVER BEATS ABREN LA VI EDICIÓN DE “EN VERANO AL RECREO”

La mejor foto que pude obtener con mi cámara

Ya se ha celebrado la primera de las sesiones de la edición de 2009 de “En verano, al recreo”.

Vino mi Laura el jueves con Alberto, su novio, y les dije que habían tenido arte al caer en estas fechas, pues iban a poder ver actuar en el recreo a The Silver Beats –Laura conoce a Txema desde que era chiquitilla-. Le hizo mucha ilusión.

El viernes llegaron, en una furgona atestada, tres de los miembros del grupo, Jesús, Juan y Txema. Se habían pegado una paliza de 10 horas desde Málaga. Los otros dos llegaron el sábado, por motivos de índole laboral Antonio y familiar Juan -Tocayo, tío, que se os arreglen las cosas a ti y a Tere, que estuve muy a gusto contigo aunque fuera tan poquico rato y que tenemos mucho que hablar aún-. Tras cenar, los dos primeros, muy prudentes ellos, se recogieron. Pero Txema y yo, que no habíamos tenido ocasión de charrar en condiciones desde hacía mucho –en mayo, en Málaga, estuvimos un ratico nada más en su casa-, nos fuimos por ahí. Y nos fuimos a dormir cuando faltaba poco para las seis de la madrugá.

Habíamos quedado con Emeesecé, el insigne prócer, a media mañana. Así que a las nueve menos diez estaba comprando yo el periódico y, poco después, todos a prepararse para acudir a la cita. Aún nos entretuvimos, había mucho que preparar o arreglar, tras la vorágine del día anterior.

Pero, en fin, pasadas las once, ante Santa María, iniciamos la visita que tenía yo ganas que emprendieran, tanto Laura y Alberto, como Jesús, Juan y Txema. La ascensión a la Torre de Tauste, a pesar de su dificultad, no fue una perja, creo que, en buena medida, gracias a las enseñanzas que nos fue proporcionando nuestro guía de manera amena, y jocosa en no pocas ocasiones –su manera, en fin-. Aunque a Txema se le atragantó un poco el último tramo, él solico lo superó. O sea, podríamos atribuir un milagro a nuestra torre, pues aquél fue un acontecimiento terapéutico, al fin y al cabo, una persona humana superó una fobia. Bien, una vez rematamos allí, nos iluminó Manué con sus conocimientos, transmitiéndonoslos, acerca de los altares de la iglesia y nos mostró los adentros, tanto del Retablo del altar mayor, como del Torno de Santa Catalina. No pudo venirse, pues tenía quien le esperaba, a la Topera, a echar el “Vermú”. Teníais que haber visto las caras que pusieron los Beatles malagueños conforme degustaban las Anchobas –con mayúscula, qué leches-. Pidieron dos veces más. Contando que íbamos a comer en casa y que hacía calor y que tenían que montar las cosas, probarlo todo y, luego, actuar, yo estaba preocupadín. Sin embargo, demostraron ser profesionales: fueron frugales en comercio y en bebercio. Y, además, unos –los que más habían dormido la noche pasada- se fueron a ensayar, calentando dedos y voz, y el otro, Txema, se echó una siestica muy reparadora, después y antes de seguir hablando de la torre: fue un impacto, le maravilló todo, pero lo que más recordaba y nombraba era la bóveda, los ladrillos disminuyendo la luz hasta encontrarse.

A las seis en punto, ya estábamos en la escuela –sí, ésa, la que me encantaría que se llamara Escuela 23 de abril-; allí los dejamos montando el tinglao y Mariajosé y yo nos fuimos a Gallur a buscar a Antonio, que venía en el tren de las 18:16. Observábamos el cielo y notábamos el aire y pensábamos si se iba a fastidiar el concierto, como consecuencia del tronadón que parecía avecinarse. Cayó una buena cantidad de agua, pero a poco más de las siete ya había acabado y había quedado un ambiente muy agradable.

También nos pusimos a montar nosotros: las sillas, las mesas, la barra. En ésas estábamos cuando aparecieron los moteros de Toledo, que vinieron en coche. También vino una cuadrillica de Zaragoza que conocía Juan (Márquez). Nosotros no sabíamos cuántas sillas poner, pues quedaría muy feo si venía poca gente y había muchos vacíos. Decidimos poner 110 plazas. Al final, parece que brincamos de los 150 asistentes.

El costumbrico de no ser puntuales llevó a que no empezaran, como estaba convenido, a las 10. Pero, a las 10 y cuarto, ya había personal suficiente y no era plan de tener esperando a los que habían sido respetuosos llegando a la hora.

Una vez aquello dio inicio, era para ir viendo las caras del público. Por resumir, yo diría que el asombro era lo general: creo que les resultaba difícil creer que aquellos cinco parecieran talmente los Beatles –interpretando, claro, que en lo físico no-. Traían, así nos lo mostraron a Pilar Fresco y a mí, repertorio preparado para actuar dos horas y media. Les dijimos que quizás iba a ser demasiado; así que convinimos en que durara hora y media, que acabó siendo y tres cuartos. A todos, ellos los primeros, se nos hizo corto. Estaban nerviosos al principio, era la primera vez que actuaban tan lejos de Málaga, desde luego, la primera en Aragón, además de ser su concierto tricentésimo. Pero en seguida empezó la cosa a rodar y todos disfrutamos. Siguen creciendo, desde la última vez que los vi tocar, en noviembre de 1999 –no lo había dicho aún, fue en un homenaje, cuyos motivos no voy a contar ahora, que me hicieron en un momento muy especial y en un sitio también especial, tanto para Txema como para mí y alguno más, como Eva, Paqui, Miguel, Pepe, Gertrude y mis hijos, entre otros-. Cuando ya empezaba el personal a disgregarse y concentrarse en los güegos fritos, aparecieron tres o cuatro personas que habían estado dando vueltas por Zaragoza buscándolos. Eran unos oscenses beatlemanos –aunque ella es argentina, todos viven en Huesca- que se habían enterado de la actuación, pero no supieron que iba a ser en Tauste hasta muy tarde. Llegaron casi nada más acabar el concierto. Qué lástima. Txema, Alberto y yo aún aguantamos luego en casa hasta las 05:52, venga a hablar, bien a gusto. Txema, estuviste "sembrao" toda la noche.

The Silver Beats, en los escasos dos días que estuvieron en Tauste, se empapuzaron bien de lo nuestro -incluso de güegos fritos para recenar tras su concierto-. Se llevaron un buen sabor de boca de su presencia aquí y nos dejaron un buen sabor de boca de lo que hacen. ¡Que hay que ver cómo lo hacen! Ya tengo ganas de que vuelvan.