DIGNIDAD

miércoles, 23 de septiembre de 2009

¿QUÉ ES LO MISMO?


El desbarajuste en el que me he visto inmerso a lo largo de todo este verano, acentuado en los últimos veintitantos días, iba acabando, dejando paso al sosiego que me es preciso para poder sentarme y decir cualquier cosa aquí delante, de modo que ayer iba a ponerme, por fin, manos a la obra. Quería decir acerca de las dobles morales y la autoayuda. Pero, al enterarme del asesinato de Benjamín, el estupor me dejó en silencio.

Hoy, algo más calmado, me pongo, a ver qué tal.

La doble moral, el doble rasero es palmario en lo que ha sucedido en Benidorm. Y no me refiero a que el PP critique ahora a otros lo que ese partido hizo allí mismo. El tema del transfuguismo me huele raro. Resulta que no es ilegal que alguien decida cambiar. Y, sin embargo, es vilipendiado como en otros tiempos lo hubiera sido un apestado: hay un pacto antitransfuguismo. Que se respeta, aparentemente, según convenga a los respetadores. A mí me da por pensar que no haría falta ese pacto si no fueran las elecciones mediante listas cerradas. Pero, ya que lo son, también me da por pensar que, quizá, la persona tránsfuga o desertora o como se quiera llamar, puede que cambie de ideas de manera real y sincera. Es decir, que lo haya pensado, que cambie porque su conciencia así se lo dicta. Porque, vamos a ver, eso que se llama disciplina de partido a mí me parece dictadura de partido. Lo más antidemocrático de una democracia es un partido, visto de esta manera. Y, desde luego, si la Constitución a la que tantas veces se refieren y tanto reverencian, según convenga, ampara estos hechos, contraviniendo, como se ve, ese pacto “conveniente”, habrá que deducir que, o no está bien hecha, o no se sabe –o no se quiere- aceptar las reglas que se inventaron para convivir en democracia. O esos pactos no son del todo democráticos, sociales, lógicos o humanos. O qué sé yo: en todo caso, he aquí lo que decía de los distintos raseros, las distintas varas de medir, la doble moral de los morales.

Hay muchos, pero muchos, muchos, que denuestan a los libros de autoayuda y a quienes los leen. Pues bien, quizá por mi profesión, he tenido que observar y analizar algunos de esos tratados. Y no todos merecen ser juzgados de manera peyorativa (me viene a la cabeza, por poner sólo un ejemplo, pero hay muchos más, el libro de Martin E. P. Seligman titulado “La auténtica Felicidad”, libro que nos recomendó en un curso Santiago Gascón, profesor de Psicología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza). Hay personas a las que sirven, como puede servirles el Tao, por ejemplo. Les hacen conocerse y les ayudan a mejorar. El hecho mismo de intentarlo, el hecho de acercarse, de buscar, ya les da puntos a favor. Nos dice que esa persona tiene, por resumir, buenas intenciones y ganas de aprender y de crecer.

Quizá no hayan leído los tránsfugas de Benidorm ningún libro de este jaez, pero hayan decidido, de buena fe, que es mejor para su pueblo hacer las cosas como las han hecho. También puede que sí, que hayan aprendido cosas de esos libros y hayan sido consecuentes con los dictados de su conciencia. Puede que no obedezcan a dictados interesados, o de intereses personales y egoístas. ¿Por qué hemos de creer, en todo caso, que son unos frívolos mercachifles?

Yo prefiero creer en la buena fe del personal, me es más cómodo. Podéis pensar, también, que soy un ingenuo... y, joder, ahora que lo pienso al releer, que barro pal PSOE. Pues no, quede claro que no: no defiendo a ese partido, ni a ninguno. Lo dicho más arriba respecto a los partidos lo digo por todos.

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