DIGNIDAD

sábado, 31 de octubre de 2009

MI PRIMERA TARAZONICA

Ahí estamos casi todos

Hace unos años, allá por el 2000, escribí en una revista que se llama CORRICOLARI una especie de crónica del primer Maratón Popular de Madrid (MAPOMA) que corrí. Hace unos días, el pasado domingo, el 25, corrí mi primer “Tarazonica”. Quedé con Rosa Angoy en que escribiría algo sobre ello. Y aquí va.

Primero he de decir que de Tauste fuimos unos cuantos: Rosa Angoy, Julio Bartibás, Salvador Borgoñón, Francisco Castillo –que no está en la foto-, Santos Cuartero, Luis García, José Manuel Lampre, Guillermo Martín –que tampoco andaba por allí cuando nos tiraron la foto-, Rodolfo Navarro, Moisés Pola, Jesús Ángel Salas, Luismi Sanjuán e Ismael Vallés. Todos ellos llegaron a Tudela antes que yo. En la foto aparece también el hermano de Luismi, José Antonio.

En 2002, y como solía hacer, dentro de la preparación para el MAPOMA de aquel año, corrí dos semanas antes el Medio Maratón de Málaga. Me lesioné en una pierna, por circunstancias. Erróneamente, sin recuperarme del todo, hice el MAPOMA, por lo que acabé de fastidiarla. Desde entonces, y aunque he ido saliendo a correr, pues me gusta, no he llegado a estar bien, no he llegado a estar como estaba –es decir, hacer carreras largas a una velocidad de entre cuatro y medio y cinco minutos el kilómetro de promedio-. Es algo a lo que aspiro llegar y pienso conseguir.

Desde entonces, o sea, hace siete años, no he hecho corriendo más de 10 kilómetros, ni siquiera entrenando. Quise apuntarme a la carrera del CSIC, que son 10 Km. por Madrid, pero el día 26 de septiembre ya no había plazas –y la carrera era el 18 de octubre-. Así que, como creía que, aunque algo justico, iba a tener tiempo de prepararme los casi 22 de la del Tarazonica, y no me fiaba de volver a quedarme fuera, me inscribí. Me fui a Paguí –ya os contaré-, estuve en Madrid, en fin, que la fecha de la carrera se acercaba y yo no estaba realizando una preparación en condiciones. Bueno, sí, técnicamente, pero me faltaban kilómetros.

Al final, las dos últimas semanas, hice un buen entrenamiento controlando mucho el volumen del mismo, y me lancé. Cuando íbamos en el bus desde Tudela a Tarazona, con Ismael a mi derecha, oyendo a unos que hablaban de hacer a cuatro veinte la primera mitad y a cuatro quince la segunda, me acordaba de otros tiempos y me acongojaba: si el control, como se decía, lo cerraban a las dos horas y cuarto, no podía subir de promedio de seis minutos el kilómetro. No las tenía todas conmigo, ya he dicho que llevaba siete años y medio sin subir de 10 km.


Esto es el inicio del inicio

En Tarazona me dijeron que, desde el Polideportivo hasta la salida oficial había alrededor de un kilómetro de salida neutralizada. Por tanto, decidí ahorrar al máximo: mi calentamiento iba a consistir en ir hasta la salida oficial, ni un metro más. Así que me quedé quieto y tranquilo, nos hicimos la foto, me puse el cachirulo... todo bien. Y Rosa me pidió que la acompañara, se ve que confiaba en mi experiencia. Yo, en cambio, desconfiaba de mi preparación. Es más, me estaba empezando a parecer una temeridad, una inconsciencia, tratar de recorrer 21 kms y pico.

Y empezó aquello. Rosa marcó el ritmo, yo controlaba los tiempos cada kilómetro. Ella iba de cine, yo, viendo los tiempos de paso, algo menos: hasta el 14, todos los hicimos en menos de 6 minutos –el que menos tardamos, el 4, lo hicimos en 5’ 12’’ y el que más, el 14, en 5’ 58’’-. Como ella iba bien, contenta, sobrada, y yo empezaba a notar algo, le dije que se fuera a su marcha, que era ella la que me había estado llevando y no al revés. ¡Qué gracia!: me hizo prometerle que llegaría. A partir de entonces, solo, iba haciendo lo que podía, y lo que podía era ir a entre 6’ 18'' y 6’ 35’’. A punto de llegar al 17, que fue el que hice en 6’ 35’’, vi que hay que subir y bajar un puentecillo sobre alguna carretera. Una vez abajo me di cuenta de lo que me pasaba realmente: llevaba la zapatilla izquierda demasiado apretada. Sólo me faltaban unos 4 kilómetros. Iba bien de todo, o sea, no cometí el error de hacer una carrera demasiado larga tras muchos años, tampoco el de cebarme con un ritmo que no pudiera soportar. No, cometí el error más tonto y de más novato que puede cometerse: atarme mal el zapato. El cabreo que pillé fue descomunal. Nada más pasar el 18 noté un dolor agudo, casi imposibilitante, en la pantorrilla derecha. Me asusté, pensé que ya había vuelto a lesionarme el tríceps sural derecho. Dudaba en parar a andar un poco. Pero pensé que, seguramente, no hubiera podido reanudar la marcha, así que decidí seguir. Cuando llegué al 19 vi que ese último lo había hecho en 7’ 04’’. Exclamé un joder que me salió del alma y busqué un modo de pisar en que no doliera la pierna o doliera menos. En esas iba cuando llegué al 20 y había vuelto a bajar de 7. Mira por donde, conseguí una pisada en condiciones cuando me puse a la par de un mozo, me dolía mucho menos, me encontré cómodo a un ritmo fuertecillo y acabé haciendo los últimos 1.642 metros –es lo que midió el GPS de Jesús Ángel- en 7’ 33’’, o sea, a cuatro cuarenta y siete.

Pobrecico, cómo acabó

El segundo dedo del pie izquierdo lo tengo hecho una piltrafilla: al atar mal la zapatilla, fue sufriendo microtraumatismos (uno cada pisada y fueron unas cuantas). Para compensar, la pierna derecha trabajó mal y más, de manera que se cargó. Si hubiera parado cuando la noté, no hubiera podido acabar, y no me he retirado nunca de ninguna carrera (pedestre, digo). Aparte, no creo que, por cuatro kilómetros, esté peor. Aunque no me hace gracia haber cometido ese error, me alegro de haber hecho lo que hice. Ni siquiera noté agujetas, a pesar de haber hecho más kilómetros de los preparados y de haber ido pisando mal: eso confirma que el entrenamiento fue bueno. Ahora espero recuperar pronto la pierna –no volveré a cometer el error de 2002, cuando corrí el MAPOMA dos semanas después de lesionarme-, no creo que llegue a tiempo de correr el Campo a Través de Tauste, pues es el día 15, pero reanudaré en cuanto pueda los entrenamientos para prepararme el MAPOMA de 2010, con la intención de hacerlo a 5’. Salgo de esta prueba convencido de que mi entrenamiento era bueno. Y, una vez más, de que en estas carreras andar bien de cabeza tiene mucho que ver con el rendimiento. Es más, me he acordado ahora de algo que suelo comentar, nunca he notado el famoso muro de los 30 en mis cinco maratones. Algo querrá decir eso, ¿no?

(Rosa, creo, como Jesús Ángel, que puedes tirar más, al menos, según te iba viendo hasta que dejé de verte... pero se puede arreglar, aunque tampoco hay que inflarse)