DIGNIDAD

jueves, 2 de diciembre de 2010

LAS GANAS...

Esas cosas, las ganas, fallan a veces. Fallan, o se acaban, se gastan, se consumen. Al menos algunas, algunas ganas.

Hace unos días empezamos a ver que se estaba levantando una polvareda como consecuencia de algunos cambios en la ortografía del castellano. Hubo muchas personas que se cabrearon por diferentes motivos. Y los enfados procedían de personas muy diferentes. De académicos de la lengua en diversos países. Había, también, argumentos de variado jaez, tanto en pro como en contra, de unos o de todos los cambios propuestos. Mi posición, aun existente, era tibia. Quizás aparentemente. Quizá, latentemente, permaneciera en guardia y presto a la acción. De todas maneras, es verdad que, como muchos otros, discrepaba -y discrepo, con argumentos- de no pocas cosas de las pretendidas y anunciadas. Lo que pasa es que hube tomado la decisión de acatar lo que se ordenare, en determinados foros, y de hacer lo que considerare en otros. De ahí la apariencia de tibieza de mi posición.

Hoy no voy a hablar de las modificaciones anunciadas. Aunque tenga que ver, en cierto sentido.

A eso de las seis de la mañana, mientras desayunaba, teníamos la tele puesta y veía un telediario. En la pantalla aparecía un señor, con cara de estar muy cabreado, director de un periódico colombiano, acusando no sé si a Uribe o a Santos –he llegado tarde a la noticia, sorry-, que ha dicho, textualmente: “… el cúmulo de pruebas acumuladas…” Me ha recordado a mi padre, cuando me decía de pequeño, para definir la Historia: “Es la sucesión de los sucesos sucedidos sucesivamente”. Mi padre jamás ha dirigido un periódico en español. En esloveno tampoco. Y aquello que me decía, salta a la vista, lo decía jocosamente. No era en serio. Era para pasar el rato bien. Para que nos riéramos. Total, que se me ha vuelto a hacer presente algo que leí el otro día acerca del tema del que he empezado a hablar, el de la ortografía, y lo he buscado y encontrado. Al principio, una vez lo leí, y a pesar de que me disgustó mucho, pensé dejar la cosa así. Sin embargo, me he dado cuenta de que no, de que no debo hacerlo: no quiero permitir que se vayan de rositas algunos, que vivan con impunidad sus tropelías, que lo son, al fin y al cabo. Del artículo que cito quiero extraer la frase siguiente: "Es una nuevaOrtografía de la lengua española nacida desde la unidad y para la unidad". El uso de la preposición desde de esa forma resulta chocante y ha sido muy criticado. Por ejemplo, el paisano Fernando Lázaro Carreter, en su obra "El dardo en la Palabra", en la página 52 -si se accede al libro de la edición de la primavera de 1997- da cuenta de los desmanes que se venían produciendo, por aquel entonces en los foros políticos, respecto al desacertado uso de la preposición aludida; y Álex Grijelmo, en su obra “La gramática descomplicada”, viene a decir lo mismo: dice que entre los políticos españoles se ha extendido el uso de desde donde correspondería con. (En este caso, podría decirse: … nueva Ortografía de la lengua española nacida con la unidad como origen y destino o intención… o qué sé yo, pero no como lo pusieron). Y no son políticos, sino lingüistas, si no de oficio, de vocación. Además, como puede verse en el artículo, la frasecita de marras figura, reza, en el acta de la reunión. O sea, que ya está revisada y aceptada.

Esto sí que es para cabrearse. Esto y, como se dice al final, que revisen la Ortografía cuando no hace sino once años que salió la anterior. ¿Qué quiere decirse con esto, que velan por nuestra lengua con tal celo que han de sacar cada once años una o que se han dado cuenta del craso error cometido en aquélla y ha sido de tal enjundia que no se ha podido corregir con un anexo o adenda? ¿O, quizá, para justificar su existencia, han querido publicar, para así poder vender, ahora que llegan las navidades, otra obrica, lo mismo que el pasado año se hizo con la “Nueva gramática de la Lengua Española”?

Así pues, como puede verse, mi tibieza se acabó. Porque no se nos puede exigir el mayor nivel posible de corrección en el uso de la lengua a quienes no lo tenemos como profesión, pero a quienes con “menudos humos” nos reprochan nuestras carencias, por supuesto que sí.

No les afeo desconocimientos, sino conductas: la prepotente que tan insufrible les hace ante los normales. Como decía al principio, hay ganas que se acaban. A mí, desde luego, se me han agotado las ganas de aguantar la tontería, la chulería. Y esas ganas no son de las que tenga pensado reponer: además de que de ellas me parece que no andaba sobrado, no son las que me parecen más útiles, precisamente.

De paso, y aunque no llegué a ver el comentario anulado por mi admirado bloguero Miguel Gato, como parece que pudiera tener sentido decirlo aquí, me solidarizo con él. Es todo lo mismo: la tontería, la tontolabez, la tontolculez, la chulería, la cobardía… ya está, ¿no?


martes, 30 de noviembre de 2010

DIEZ DÍAS DESPUÉS

No hemos tardado demasiado en encontrarnos Mateo y yo, aunque no esperábamos que pasara, como sucedió ayer por la mañana en el Interfacultades de la Universidad de Zaragoza, antes que en Tauste. Esa fría o gélida mañana.

Esta madrugada, mientras contemplaba la nieve que caía blandamente mientras tosía sin cesar mientras escribía… os estoy contando que Mateo disfrutó y mucho de la celebración del día 20 pasado. Es verdad que le une casi todo conceptualmente al concepto del que hablé en la anterior entrada, al que alude a esas gentes de las que hablé entonces. Es verdad. Pero no lo es menos que el enorme gozo con el que vive sus días desde “el día” tiene mucho que ver con aquélla que mencioné apenas, la organizadora del acto. O una de ellas.

Hacía mucho frío y ambos habíamos rematado los asuntos que nos habían llevado al mencionado recinto. Así que nos fuimos a tomar un vino a un bar por el Paseo de Teruel –y yo una croqueta de jamón también-. El bar creo que se llama o se llamaba Cervecería Resacas y tiene una característica: hay dentro un fotomatón… seguramente por estar al lado de la comisaría, ésa en la que tantas colas veo a menudo formadas por personal que va a hacerse o renovarse el carné de identidad o el pasaporte.

Ya para entonces me había hablado de que la celebración había sido muy emotiva. Habían recordado que Federica Montseny, cuando supo que ese día 20 había muerto Buenaventura Durruti, lloró. Yo le dije que recordaba que, quizás en “La Clave”, su secretaria -o ella misma, no sé- dijo que también había llorado cuando, considerando que era necesario, tuvo que hacerse cargo 15 días antes del Ministerio de Sanidad, en contra, en parte, de su ideario. Así que los conflictos íntimos influían y de qué manera, en semejantes conflictivos momentos. Fue un noviembre triste aquél, el del 36, para más de un anarquista. Y para tantos otros, claro. Permanecía Mateo caviloso a cuenta de esto, según me parecía, como ausente. Cuando volvió a estar conmigo, me dijo que la vida es una insignificancia en el contexto mundo. Es decir, que, suponiendo que uno es tan afortunado que es conocido –y conoce- a unas 6.000 personas, la inmensa mayoría de la humanidad no es que no te conozca, es que ni sabe, ni sabrá jamás siquiera, que existes. O sea, al 0’0001 % nuestra cara le resulta familiar, le suena, en fin, que sabe que existimos. El 99’9999 % no tiene noticia de que seamos uno de los que competimos con ellos por meter oxígeno para ir tirando… me aclaró que esto venía a que la vida ni dura mucho ni tampoco es para tanto lo que sucede en ella. Así que lo mejor es no malemplearla, dedicar tiempo y esfuerzo a la felicidad, a lo positivo, a mejorar, y no a desgraciárnosla. O sea, sus cavilaciones acerca de lo insignificante de la vida no eran pesimistas en modo alguno.

Nos pasamos luego, pues había quedado allí con Lola –así se llama su correligionaria- para ver una exposición titulada “Tierra y Libertad. Cien años de anarquismo en España”, en el Palacio de Sástago. La vi el día 12 yo. Y tuve la suerte de acoplarme a un grupo al que le explicó la exposición una mocica que allí estaba para eso. Y de que dentro del dicho grupo hubiera un hombre, hijo de un cenetista que vivió la guerra, que añadía cosas a las que decía la guía. Así que, aunque no me dijera mucho nuevo todo aquello de la exposición, entre lo entrañable que me resultó –quizá precisamente por eso, por serme muy conocidas las más de las cosas que contó la moza- y lo que de forma personal añadió aquel hombre, salí bien a gusto. Y os lo recomiendo, os recomiendo que os acerquéis sin dilación, pues que el día 8 se acaba. Me ha gustado Lola. En todos los sentidos. Antes de entrar ellos, aún hemos charrado una miaja, con enjundia, a pesar del momento presentacional. Decía Lola, que tiene hijos y Mateo no, que, pensando en lo de llorar la Montseny, lo mismo que si hablamos de llorar cualquier adulto que conozcamos, sin dudar asociamos el lloro al dolor, al dolor que ha provocado el llanto. Si nos atenemos a eso, y contando con que los niños lloran mucho a lo largo de la infancia, podemos colegir que eso significa que durante ese tiempo, al contrario de lo que solemos decir, incluso de la propia infancia en muchos casos, es un periodo en el que no se pasa tan bien. Es cierto, muy probablemente, que la persona infante sea tan despabilada que se cure, que se haga fuerte, olvidándose rápidamente de los momentos malos, pues podrían perjudicarle, o arrinconándolos. O sea, quedándose con lo aprendido, que es mucho y es bueno hacerlo, y mandando a paseo, o al baúl de algún desván, lo que ha ido haciendo daño… Yo, la verdad, no lo sé, les dije, una vez Lola hubo planteado todo eso y Mateo parecía estar de su parte. Yo no he pensado tanto tan rápidamente. Tendré que hacerlo… aunque, ya llevé así todo el día, recordando las infancias de mis hijos… no sé, quizá Lola tenga razón y los Piaget, Vygotsky y toda esta peña no tanta.

martes, 23 de noviembre de 2010

20 DE NOVIEMBRE


Estuvimos corriendo Mateo y yo, después de tiempo sin siquiera vernos, el pasado sábado, día de San Crispín. Nos encontramos al empezar el Caminico Estrecho. Ha estado algo tocadillo desde fiestas. Del corazón, me dijo, pero nada cardíaco. En fin, que parece haber sido un inicio de otoño similar para unos cuantos.

Tensábamos la marcha, teníamos ganas de camino. Dijo que aquella noche tenían –así, en plural- una celebración. Aunque me resultó chocante, dado el día en el que nos hallábamos, me cuidé de hacérselo saber: esperé a que contara algo más, a que me aclarara la cosa, si algo había que aclarar. Y si lo quería hacer, por supuesto. Una vez volvimos a ponernos a la par, después de trasponer por la Canaleta’l Indio –por donde se ha de ir en ringlera o fila india-, me dijo que conmemoraban las muertes, acaecidas ese día en diversos años, de Durruti y de Tolstoi. Porque ambos mostraban una inclinación, en lo ideológico, similar (anarquista). Empero, seguía hablándome, el primero no le hacía mucha gracia por lo, según dicen, bestia y pendenciero; por lo primario que, por lo que parece, fue. O sea, resumiendo, que no le cuacaba por las maneras. Tolstoi, en cambio, como pacifista librepensador y como coherente, tanto que incluso a Gandhi encandiló, le resultaba más agradable, le resultaba más cercano. Por supuesto, no despreciaba a ninguno de los dos. Cada uno hizo con su vida lo que consideró y ambos, para la causa anarquista –para la visión ácrata peculiar de mi amigo, se entiende-, le parecen válidos. Así pues, sin ser él mitómano o idólatra, incluso más bien tirando a lo contrario, a lo iconoclasta -creo yo-, consideraba que, no siendo de homenajes, una vez le hubieron propuesto la dicha cena y celebración, más que homenajear a dichos personajes, lo que realmente apetecía era mostrarse como vindicador de ellos, de gentes de ese calado personal e ideológico. Hacer expreso, por evidente, su ideario. Ya puestos, añadió, podríamos conmemorar un nacimiento, el de Voltaire, que es, según me parece, un digno representante de un talante contrario al fanatismo y era inteligente y culto y honrado y trabajador. Al fin, acabó confesando que, amén de todo esto, también había otorgado peso a la intención de acudir a la cena la presencia de alguna de las que la habían convocado. ¡Acabáramos!

Por eso tengo tantas ganas de verlo. Sabía que difícilmente íbamos a coincidir el domingo por los embarrados andurriales que frecuentamos para correr, pues la hora no parecía decente como postre de una buena noche. El vermú también parecía hora temprana, aunque, aun así, lo buscaba estirando lo que podía mi cuello y haciendo entrenar a mi visión lejana y cercana. Luego, en el cine, tampoco lo vi. Puede que estuviera por las butacas de arriba, pero lo dudo porque le había dicho yo que, una vez hube insinuado que iba a quejarme por escrito de cómo se lleva a cabo la exhibición de películas en el Salón de Actos de la Casa de Cultura, la directora me dijo que esperara, que había hablado con el Operador y le había dicho que hiciera lo que debe: exhibirla por completo, es decir, no cortarla en cuanto aparecieran los créditos del final. Y eso no sucedió. Esta vez dejó algo más de tiempo, pero cortó antes del final. Así que, de haber estado mi amigo Mateo, seguro que me habría dicho algo al respecto. Sigo sin entender por qué lo hace ese señor. Ya no considero yo que veo cine en plan barato: en Zaragoza es verdad que pago más, pero también lo es que elijo película, día y hora, me siento en buenas butacas, la exhibición no tiene problemas –que, en el caso que nos ocupa, raro es el día en que no hay un problema de luz, de sonido, de coordinación…- y, sobre todo, si quiero, la veo desde que empieza hasta que acaba, o sea, veo todos los créditos, todas las letricas.

En fin, mi amigo Mateo, que por ahora anda desaparecido, ha de contarme cómo fue su libertaria celebración del 20 N. Sé que habrá cosas que no podré decir aquí.

jueves, 4 de noviembre de 2010

OTOÑO YA

Cuando andábamos por Oporto, casi nada más “subir” la entrada anterior, murió José Antonio Labordeta. A partir de entonces se me han venido encima unos acontecimientos very jodidos. Cosas que deseo sólo a mi peor enemigo… bueno, y al mejor, con tal de ser enemigo. Que he estado bloqueado, impedido para esto de escribir aquí, vamos.

Empero, como siempre pasa, que es como debe ser, las cosas, tras realizar su función, en este caso, enseñar, van al lugar que les corresponde. Y la vida de cada cual continúa. En ésas estoy.

En cuanto a Oporto os diré que me encantó. No es de una monumentalidad que extasíe, tampoco es eso lo que voy buscando, aunque tiene sus cosas. Mencionaré sólo tres de sus emblemas: la Librería Lello e Irmao, el Café Majestic y el Mercado de Bolhao. Pero no me gusta dejarme otras, como la estación de San Bento, la Casa da Musica… Creo que, si queréis acercaros, puede seros de utilidad la siguiente web. También podéis preguntarme alguna cosilla, que, si la sé, con sumo gusto os contestaré.

Yo me voy a otra cosa. En cuanto a lo físico de la ciudad, lo que atrae es verla en conjunto. Ver o Douro que la separa de Vila Nova de Gaia, a la que la unen varios puentes, el más espectacular de ellos, quizá, pueda ser el de Luis I; verla desde allí, desde Vila Nova. Pasearla en un bus-terraza puede ser una buena opción: una vez la oteáis desde arriba, decidís en qué entreteneros más. En fin, como digo, estas cosas creo que vienen muy bien explicadas en la web que os recomiendo y en guías y demás. Dicen que es suficiente con tres días, para verla. Yo volveré. Porque, gustándome ciertas cosas que ya he nombrado, pareciéndome curiosas muchas, con lo que me quedo es con la gente. ¿Os podéis imaginar un sitio en el que hablas con muchísimas personas, todas esmerándose en hablar tu lengua, porque además la conocen y tú, en cambio, no tienes apenas idea de la suya, y sólo una no es amable? Es Oporto. Hablamos con gentes de todo jaez y sólo hubo una persona –no tomará olbrán, seguramente-, precisamente empleada en un puesto de información, que no lo fue, que no fue lo encantadora que es el resto de su vecindad. Es la gente más agradable y encantadora que he visto nunca. Pero no es servil aquel personal. Servicial, sí, pero servil no. Tampoco es pesado o empalagoso.

Me pegaría allí una temporadica buena. A pesar de que el centro, más que decadente, está decrépito, mugriento en algunos sitios. Se come mucho, se ha de pedir media ración, y te empapuzas, aún así. Pero no se engorda: si Tauste tiene cuestas, aquello ni te digo. Aquello es para patearlo, para pasear mirando todo, sobre todo, mirando a las personas y hablando con ellas.

No quiero alargar más esto. Me hace duelo, pero no quiero cansar. Así que acabaré con dos cosillas –que no tienen que ver, creo, con Oporto-:

La primera es que me he quedado escandalizado al saber que una candidata de los Republicanos estadounidenses ha ido haciendo campaña diciendo que la masturbación dentro del matrimonio es infidelidad… son raros, aquellos.

La otra, que me he quedado encantado al tener noticia de que se ha dado un paso muy importante para poder conocer y tener certezas acerca de la historia de Tauste, gracias al descubrimiento de ١لمقبرة (el cementerio, en árabe) en la calle Obispo Conget. Y tiene mucho que ver en ello el convencimiento y el tesón demostrados por Jaime Carbonel.

viernes, 17 de septiembre de 2010

LABORDETA


Va bien este verano. Aunque no todo va bien. Pero las cosas que no van bien, no tienen que aparecer por aquí. No todas, mejor dicho. Además, a una de las que están en el capítulo de “privado”, siendo amarguica, puesto que no atisbo solución, no tiene sentido que le dé vueltas. Ni que me amargue, por tanto.

Me enteré de que había salido un libro de José Antonio Labordeta, el titulado “Regular, gracias a dios”. Me lo leí el mismo día que lo compré. Me enteré de muchas cosas. La mayor parte de las gratas, las conocía. Pero me dolió mucho saber otras: que está mal.

En él cuenta que, cuando se enteró del diagnóstico y, por tanto, pudo percibir el alcance de aquello que indicaba un PSA distinto del que fundara con Emilio Gastón, Juana se fue a casa y él al Levante. Pudiera ser que ese día lo viera allí yo. Cuando vivía en Málaga, me escribí con él –pocas cartas, él lo hacía a máquina, decía que tenía una caligrafía infernal, como dice en el libro-. Luego, ya de señoría, le felicitaba, vía internet, todos los dieces de marzo. Un día lo vi en el Café Levante. Fui a recoger a Mariajosé, que venía de Madrid al garaje de Ágreda Automóvil, y nos tomamos algo allí. Lo vi solo, callado. Me apetecía identificarme, pero me pareció que no tenía por qué abordarle, que a él, por mucho que nos hubiéramos escrito, pudiera no apetecerle. En fin, como dice en la entrevista que le hace Castro en “Borradores” cuando habla de su relación con Paco Ibáñez, lo mismo que él era tímido, quizá por timidez no me acerqué a decirle nada, y a lo mejor no tanto porque no me pareciera apropiado molestarle, pues parecía estar a gusto a solas. ¿Quién sabe? Pudiera ser ése el día del que habla en el libro, el día en el que, tras enterarse de que tenía cáncer, se fue a echar una caña y un pincho de tortilla.

José Antonio está muy jodido.

Llevan dándole premio tras premio una temporadica ya. Parece que, viéndolo así, hayan decidido recompensarle antes de que muera, con prisas. Seguro que él lo piensa y lo ve.

A poco de llegar a estudiar a Málaga mi hermana y yo, entramos a la que me parece mejor librería de allí y de una muy amplia redolada, a Proteo-Prometeo. Ojeando por los estantes, descubrimos dos libros juntos: “La escasa merienda de los tigres”, de Miguel Labordeta, y “Poemas y canciones”, de José Antonio. A éste lo habíamos visto tocar en Tauste, el 6 de septiembre del año 75. De Miguel nos enamoramos por ese libro. Luego, también en Proteo, he ido comprando la mayoría de los que tengo de ambos. Y el último, el “Regular, gracias a dios”, también. También adquirí allí el primero de Ángela, “Rapitán”.

Hay quien ha denostado a José Antonio. Comprendo las discrepancias (los denuestos no): nadie gusta a todos. Pero hay una crítica que me molesta, es la que alude a sus cambios de chaqueta. Lo oí hablar en una entrevista que le hicieron en la radio, a poco de las últimas elecciones, cuando se volvió de Madrid –a lo mejor la entrevista iba por lo de la presentación del “Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados”- y en ella reconoció errores. Mostró humildad, después de los años que lleva por ahí dando la cara; mostrarse humano y, por ende, falible, es algo que supo hacer. En cambio, esos integristas que vociferan de continuo los “fallos” del resto, de aquellos que no son como ellos, tienen el problema de no reconocerse normales, por decirlo así, pues atribuyen al resto los fallos todos. Me viene a la cabeza un algo que escribí, en lo que se refiere al asunto de cambiar, una cita de Cesare Pavese.

Ando yo inmerso, desde hace ya unos años, en un tema como el tuyo y, por ahora, parece que me voy escapando. Quisiera decirte, José Antonio –no sé si leerás esto- que el ánimo es fundamental para superarlo o, cuando menos, sobrellevarlo. Mis oncólogos me lo han ido confirmando: dicen que, si no, que sin él, no se explican lo mío. Creo que es así, que es fundamental, estoy seguro. Y me refiero al ánimo en serio, no a un optimismo ilusorio o falaz. Y en el libro me ha parecido atisbar un… un lo contrario. Si vamos a vivir una sola vez, me parece que no debiéramos perder ni segundos, es decir, si supiera que mañana me iba a morir, yo no iba a apesadumbrarme las horas que me quedaran, porque, sólo con eso, ya las estaría desperdiciando.

Un abrazo y mucho ánimo –y humor que no falte-.

Deseo que sigas mucho tiempo vivo vivo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

AÚN QUEDA VERANO



Bueno, ya me ha dado el alta Eva, ya puedo correr –me ha dicho que con cautela, observándome, oyendo los avisos que pueda darme el bodi y haciéndole caso- y voy a decir casi las últimas cosas acerca de este verano de tanta vorágine.

El fin de semana siguiente al de la entrada anterior, nos fuimos a Tarragona. Marialuisa se ha cambiado, con la tía Luisa, de casa. Ahora vive al lado del Foro. Jo, qué majica es esa ciudad. Qué verano más romano he trasegado –se me valga la palabrica-. Coincidió que estuvimos en las fiestas de Sant Magí, que es como llaman a su patrón, San Magín. Aún tuvimos ocasión, entre tantos actos como había, de ver, en el Campo de Marte, a la Unió Musical de Tarragona, que nos deleitó con su buen hacer. Pillamos un trocico en el que tocaban algo de Shostakovich –Folk Dances- y otro de Tchaikovsky –La Marcha Eslava-. Bueno, de fábula. Nos asomamos luego a la Plaça del Pallol y nos comimos unos creps buenísimos. La plaza es un encanto, cerca de la de la Font, hacía fresquico… en fin, muy bien en todos los sentidos. Pero dejo Tarragona, que se hará largo.

El lunes, el 16, ya estábamos en Tauste y pudimos asistir a la representación programada de “Bosque de bosques”, de Joaquín Araújo. Se llevó a cabo en la piscina. No creo que sea una obra capital del teatro mundial de todos los tiempos –aunque creo que se puede disculpar al autor por ser la primera que escribía y que su intención era el afán divulgativo, más que nada- ni que la puesta en escena fuera una maravilla. Sin embargo, se me ocurre decir que creo que está bien que se haga este tipo de actos, pues pudo hacer pensar, tomar conciencia, a gentes que no tuvieran un conocimiento de las cosas de las quemas de bosques, de su trastienda. Además, el momento era el idóneo: el día 18 se conmemoraba el primer aniversario del triste acontecimiento del incendio del Monte de Tauste, y cuyos asuntos siguen como estaban entonces, es decir, nada se ha hecho por parte de las Administraciones supremas –los del pueblo sí, que estamos haciendo lo que podemos, que no es mucho empero-. Aún he de reseñar una anécdota: al finalizar, me vino a preguntar una periodista –bueno, llevaba un micro y, junto a ella, había una cámara manejada por un operario, en cuyos dos artefactos, el micro y la cámara, se podía ver que eran de Antena 3- acerca de mis opiniones y, entre otras cosas, mencioné al autor. Una vez me callé, imagino que cerró el micro y me preguntó: “Araújo ¿qué es?”. Espero que, a ella al menos, le sirviera de algo la representación, que, a ella al menos, falta le hacía enterarse de algo. ¡Qué pena de profesionales hay por ahí!

Y, siguiendo con mi verano, el siguiente fin de semana nos fuimos a Sádaba, a las fiestas. Tuvimos ocasión de ver –en mi caso por primera vez- una “Saca” maja; que mereció la pena, vamos: aparecieron todos los astados –menos dos- a la vez, acompañados de caballos y jinetes –uno de ellos se pegó un tozolón, creo que por culpa del caballero- y a una hora prudencial, de modo que el personal no se cansó en demasía, como me había pasado las tres ocasiones anteriores que había presenciado.

Aún nos fuimos el fin de semana pasado a Bujaruelo, donde estuvimos bien a gusto y bien tranquilos; nos iremos el que viene, el 18, a Oporto, a ver qué hay por allí, además del vino; nos quedaremos hasta el 21, estaremos en fiestas, pero no todas, porque el 25 nos vamos a Málaga, que hay que dar el visto bueno a la casa nueva de mi Carmen. Después, aún habrá acontecimientos, pero ya parece que vamos a estar más quietos por aquí.

Aunque, quién sabe.

jueves, 26 de agosto de 2010

MÉRIDA Y LISÍSTRATA

Acueducto de los Milagros

Anteayer la cagué. Estuve corriendo con Mateo y, aunque empecé a notar que me dolía el tendón de Aquiles –ya me dolió el viernes-, no hice caso y seguí corriendo. Cuando hube dejado a Mateo a su bola y llevaba 34 minutos corriendo, al embocar la Canaleta l’Indio de vuelta, zas, la “pedrada”. No hubo manera de seguir. Incluso andando renqueaba. Y me di cuenta de que me había equivocado, de que tenía que haber descansado. Conclusión, confirmada por Eva, la fisio: ahora toca esperar más tiempo antes de reanudar los entrenamientos que si, atendiendo a mi cuerpo, a sus avisos, hubiera reposado. Ya no sé si llegaré a tiempo de correr el “Tarazonica”. En fin, ajoyagua.

Antes de eso, le contaba a Mateo que fuimos a Mérida el día 7. Me hubo regalado Pepa, por mi cumpleaños, la entrada para la representación, el día 8, en su magnífico Teatro Romano, de Lisístrata, una obra –genial y de rabiosa actualidad- de Aristófanes. Después del veranico tan majo que llevábamos, en cuanto a las temperaturas bonancibles me refiero, en Mérida nos ahogábamos de calor. Dejamos que el día transcurriera en sus horas de sol al abrigo del aire acondicionado de la habitación. Aún hacía calor de noche cuando fuimos a ver el Puente Romano, así que nos metimos en una heladería en la calle John Lennon y no salimos hasta que no nos hubimos rehidratado y repuesto un algo. Antes de irnos al lecho, pudimos ver el Templo de Diana y algo del Foro. El Arco de Trajano lo vimos muchísimas veces: aparcamos al lado nada más llegar.

En realidad, desde el día de mi cumpleaños, estaba yo pensando sólo en ver la obra de teatro que he mencionado. No había caído en lo que tiene Mérida de ver y admirar. Cuando compré el libro de Historia en 3º de bachiller, en la portada vi un acueducto que no era el famoso famosísimo de Segovia. Y me llamó mucho la atención. En el interior decía que la imagen de la portada correspondía al Acueducto de los Milagros de Mérida. Pues bien, no había caído en que tenía la oportunidad de verlo hasta esa noche del 7 de agosto en la que pergeñamos un plan a seguir al día siguiente para ver las cosas de esa ciudad. ¡Qué ganas tenía de verlo! Empezamos por él y no me desilusionó en absoluto. Al contrario. Iré, iré más veces a Mérida, en otro tiempo –sin calores ni sofocos-, y me quedaré ratos viéndolo. Dicen que se llama así porque es un milagro que no se haya caído. El de Segovia te hace decir ¡pero por favooor..! Pero es que el de Mérida también.

Después vimos más cosas, que Mérida no tiene desperdicio. No las voy a ir diciendo, porque tardaría y aburriría al personal. Sin embargo, sí que quiero decir algo en contra de cómo funciona allí la cosa: desde la Alcazaba, el trayecto para acceder a la Casa del Mithreo a pie, adolece de falta de indicaciones. El horario del que teníamos conocimiento abarcaba hasta las 13:45, por la mañana. Tenía su explicación: a esa hora se cierran las puertas, para que a las dos puedan irse, supongo que a comer, los porteros. Pues bien, si hubiera estado indicado convenientemente por dónde se accedía, hubiéramos llegado a las 13:25, más o menos. Pero, como tuvimos que desandar el camino equivocado, llegamos cuando mi reloj marcaba las 13:40 –y en los de otras tres personas que también estaban por allí eran las 13:38 y 13:39 (dos de ellas)-. Pues bien, la trabajadora portera –llevaba al cuello una especie de identificación colgada- nos dijo que ya no se podía entrar. Y uno que había a su lado –que no llevaba identificación, así que no sabemos si era un amigo de la anterior que tenía hambre y mesa reservada en algún lugar- dijo, al comentar mi señora “qué hora es pues”, mirándonos –no miró a ningún reloj-, que las dos menos cuarto. Aquí Mateo me dijo que él hubiera llamado a la policía para denunciar el hecho y, sobre todo, quedara constancia de la hora a la que se estaba produciendo el mismo. Pero nosotros, aunque también nos enojamos, preferimos mantener la paz.

Bien, después de todo, llegamos bien preparadicos a disfrutar del arte de la interpretación. El Teatro Romano de Mérida es un lugar excelente para eso. La noche mejoró y no pasamos calor. Qué bien allí, en segunda fila. Prefería haber estado ante una Lisístrata más fiel o, mejor dicho, menos ambientada en la actualidad y en las actualidades. En realidad, fiel al texto de Aristófanes era. Y al espíritu de la obra, también. En fin, puesto que lo que hallé es lo que había, lo que hallé es lo que me dispuse a disfrutar. Y lo hice. No me gustaron algunos de los actores, una tal Antonelli me pareció nefasta. Pero no enturbiaron aquello. Así que, aunque me perdí la actuación de Sambayá, no desperdicié el fin de semana: Mérida y Lisístrata merecieron la pena, me dejaron turulato.

Y luego, poco después de contarle esto, cuando Mateo siguió haciendo un recorrido mayor, voy y me lesiono y tengo que ir, para ir medio cómodo, hasta con gayata. Me cagüen.

viernes, 20 de agosto de 2010

SAMBAYÁ


La mejor foto obtenida, aunque no la única

Le decía a Mateo, mientras corríamos –cuán entrenado está el puñetero y qué poco yo-, que no he podido ir más que al concierto de Alberto Pérez. Y que iba a escribir acerca del de Sambayá, de oídas.

Algo, decía yo, pondré, dado que José Miguel y Maribel me proporcionaron material, pues me dieron sus opiniones (de ésta transcribo lo que me mandó por correo electrónico: “La actuación estuvo muy bien, para no variar se fue la luz, una sola vez pero mucho rato, ya te puedes imaginar el mal rato que pasamos, por suerte el público, al que se le puede llamar con toda justicia respetable, se portó muy bien, no se levantó el personal indignado sino que se quedó a esperar en silencio y comprensión. Los músicos de este grupo son buenísimos, nos parecieron estupendos todos, Alberto es muy bueno y parece un chaval estupendo. Yo creo que la gente se fue contenta y eso que no era un estilo que le guste a todo el mundo, sobre todo a la gente mayor -más mayor que nosotros, se entiende-.”) José Miguel me dijo lo mismo. También haciendo hincapié en lo del pianista. Pues vaya, qué bueno es el grupo y qué bueno es el tío, ¿no?

Y Mateo, cosa que no me esperaba, añadió que él ya estaba avisado, pues había tenido la oportunidad de ver antes su actuación en un lugar de Madrid, en el Capricho, o algo así. Y, pues le había gustado mucho en esa ocasión, dijo que, desde que supo que venían a Tauste el día 8, pensó en no perderse ese concierto, donde, además, supuso que se iba a estar más fresco y a gusto, por cierto. Es curioso todo ello, pues no es Mateo persona dada a expresar los placeres, los gustos. Ni siquiera a mí.

Le decía, casi con el liviano en la boca, que se me ocurre que propondré al resto de las personas que nos dedicamos a organizar los “Veranos”, llevar a cabo una encuesta, con el objetivo de averiguar el grado de complacencia de los asistentes respecto a las anteriores ubicaciones, a saber, el recreo del Colegio Alfonso I –ése que me gustaría que se llamara Escuela 23 de abril-. Le comenté un dato que recuerdo del año pasado: cuando vinieron los Silver Beats, los organizadores más veteranos dijeron que era la primera vez que se habían rebasado los 100 espectadores-. Hogaño, sin embargo, en los tres conciertos se superó esa cantidad sobradamente –en el caso de Amancio Prada estuvo más cerca la cosa de los 200 que de los 100-. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los conciertos se celebran en agosto, no sé cómo interpretar el dato. Él tampoco. Sí que me hizo ver que le parecía buena la idea la encuesta y que la cantidad de personas puede no tener que ver con el sitio –o sí-.

jueves, 5 de agosto de 2010

¿EN ESPAÑA EMPIEZA A AMANECER?

Hace unos días vi, en algún informativo de cualquier canal de la tele, un grupo de peñistas de Baleares que entonaba el afamado Kalinka –sin rasmia ni afinación, he de decirlo- con un monótono soniquete que repetía: “Yo soy español, español, español”. Era la respuesta a otro grupo que abucheaba a quienes asistieron allí a un festejo taurino, entre ellos, esa peña. Se me escapa qué tiene que ver esa reivindicación de españolidad con la de la tauromaquia. Y se me escapa que lo usen para defenderse y defender su postura pro-taurina. Para analizar todo este fenómeno de los últimos tiempos supongo que habrá sesudas personas muy capaces. Yo sólo me he quedado en la observación.

Resulta que, en Cataluña, su parlamento decide que no se van a celebrar corridas de toros en la Monumental de Barcelona –que es donde, al parecer, únicamente se celebraban- y se monta el cisma: el personal en la calle se manifiesta, unos porque están de acuerdo con la decisión, otros porque no. Y se mosquean todos. Y los que están a favor de que sigan los toros, cantan “yo soy español, español, español”. Hace mucho que tampoco hay corridas de toros en Canarias, y no se ha armado lío parecido, que yo sepa.

Hace un mes, después de hacer muy buen papel en Sudáfrica el grupo de futbolistas seleccionados como los mejores de España, ganaron el campeonato en el que estaban inmersos. Son profesionales de un deporte –que me gusta y mucho- y son muy buenos. Lo son como grupo, aparte de serlo individualmente. La lógica aspiración de cualquier deportista es conseguir lo máximo, y eso es lo que han logrado. Todos forman el mismo equipo. El público, en masa, cantó el famoso “Yo soy español, español, español”.

También han ganado mundiales las selecciones de balonmano y la de baloncesto. Y las de fútbol de jóvenes, y las de fútbol sala y no digamos la de hockey sobre patines. Seguro que me dejo equipos. En plan individual, ya hace días que empezaron los españoles a ganar cosas, en esquí, en motos, en bicis, en tenis, en atletismo –no podemos olvidar a Martín Fiz y Abel Antón-, en fin, no puedo nombrar a todos. Pero no había oído antes esa cancioncilla a la que he aludido unas cuantas veces ya.

Seguramente Paco Morales, un Psicólogo Social de mucho y muy merecido prestigio, pueda dar explicaciones al fenómeno. Al fenómeno que, por otra parte, tiene que ver con algunas amenazas recibidas por futbolistas catalanes del mundial, a los que algún que otro zote ha acusado de traidor. Es como si los de Fuentealbilla dijeran que Iniesta es un renegado por no jugar en el Atlético Fuentealbilla, sino en el Barça.

En fin, cantando esa especie de himno, no sé si reivindican algo, si tratan de defenderse de algo, de provocar algo… No sé qué procesos identitarios –ni de qué identidad- son los que están dejándose ver y oír últimamente de estas formas. No me gusta, eso sí lo sé, lo que subyace tras ello (por doquier azotan zotes, ya se ve). Me va más lo de ser tranquilo, lo de ser feliz, que enarbolar banderas a gritos, no sé si para hacerse oír o para no oír nada más.

Dentro de nada empieza el mundial de Baloncesto. Espero disfrutarlo, espero ver buen juego, buenas jugadas, buenos mates… Tengo ganas de ver ese gran espectáculo. Me gustaría que lo ganara la selección de España. Y, si ello sucede, no voy a cantar el Kalinka disfrazado de españolismo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

AMANCIO PRADA EN EL PARQUE

Hubo quien dijo al propio Amancio Prada que no había habido difusión en cuanto al anuncio de su concierto, que ella lo había visto antes en Ejea y había sido suficientemente anunciado. Ignoro entonces cómo se enteró, ya que acudió. A lo mejor fue por uno de los “escasos” medios de los que echamos mano –ella le dijo, literalmente, que “había habido poca difusión, por no decir ninguna”-: prensa, radio, televisión, internet, cartelería y folletos. Y “boca-oreja”, que de eso hacemos siempre mucho. En fin, tontis ha habido siempre y algo de sal dan a la vida.

Bueno, ahí va un algo que me mandó Maribel Rayado, un correo electrónico que me ha permitido transcribir a modo de crónica. Que sirva para ello, pues. Si alguien quiere añadir sus propios comentarios, que me los haga llegar y los añado al de Maribel. O, si lo prefiere, que lo haga como comentarios –en este blog, como “escurrimientos de otros” se llama-.

Ya imagino que enloqueceríais con Loquillo, pero aquí con el Amancio subimos al cielo. ¡Qué tío! Pilar y yo hicimos todos los nervios del mundo, así que nos dedicamos a pedir silencio para los niños a todos los padres que venían con un posible saboteador. Pues no, no hizo falta, la gente se comportó con un respeto impresionante, únicamente las ranas y los grillos, que tienen mucha cara. Se fue la luz un par de veces, nosotras al borde de un ataque al corazón, pero Amancio, como si fuera lo más normal, agarró la guitarra, la desenchufó sobre la marcha y se dirigió al público con un chorro de voz. El concierto fue precioso, la gente salió maravillada. Creo que hay pocos cantantes con la sensibilidad de Amancio Prada, la transmite con la voz, con la guitarra, con la mirada, te transporta a otro lugar mejor, en fin, ya ves que me entusiasmó. Además, ya te contaré el abrazo que le dio a José Luis. No sé si te servirá para algo este correo, de momento que te sirvan de comentario de una admiradora de Prada, que ha sido de lo mejorcico que hemos traído a las noches del verano de todos los tiempos. Nos vemos.

lunes, 2 de agosto de 2010

LOQUILLO Y LUNA LUNERA


El sábado pasado, el día 31, no estuvimos –no pudimos estar- en Aquatauste: teníamos que estar en Sos, en Luna Lunera, pues nos habían regalado unos amigos las entradas para ver actuar a Loquillo. Es jodido esto de que coincidan dos cosas que te apetecen mucho.

Había estado ya en ese festival, hace dos años –dos o tres, no sé exactamente- viendo a Rosendo. En aquella ocasión me regaló la entrada Sara Terraz. Azero fue el grupo que actuó de telonero. Aquel concierto me encantó. En todos los sentidos: Azero me pareció un señor grupo y de Rosendo… ¿qué decir de semejante artistazo? El marco, la Lonja de Sos, increíble. La organización me pareció muy buena. Todo, el público, el fresquico, el sonido, todo nos pareció, al amigo Perchas y a mí, excelente.

Pero, ay, esta vez ha sido otro cantar. Llegamos a Sos con tiempo. En la entrada, ya se ve, ponía que se abrían las puertas a las 10 de la noche. Pero no las abrieron hasta las once menos veinticinco. Mmmm, no sé, no empezaba la cosa seria. No estaba permitido traer bebidas del exterior –nosotros, sin darnos cuenta de ello, llevábamos en la mano una botella de plástico con agua y nadie objetó nada-. No recuerdo si se expendían bebidas cuando el concierto de Rosendo, pero en éste sí. Compramos un litro de cerveza en vaso de plástico por cinco euros –íbamos a cenarnos un bocata de tortilla hecho con “prima” de Sádaba y había que empentarlo de algún modo- y nos fuimos a nuestras localidades.

A las 23:20 empezó The Right Ons. Tocaron bien, no los conocía y nos gustaron. El personal se comportaba y parecía disfrutar. A las 00:20, más o menos, entró Loquillo. Para entonces, el trasiego de pozales de cerveza y de otras cosas había sido incesante. Quizás era la calor. Loquillo levantó a sus incondicionales. Mucha gente cantaba con él. Delante de nosotros había dos parejas, que no se conocían entre ellas, que se las sabían todas y que disfrutaban mucho y con civismo. Pero hete aquí que a mi derecha había dos zascandiles, dos mentecatos que no podían controlar su enfervorecida idolatría por el cantante y rugiaron abundantemente con cerveza a una moza que estaba delante de nosotros, yo creo que sería en la fila 7 en el asiento número 29 –lo digo por si lee esto, para que sepa que estamos con ella, que tiene razón si está cabreada-. El concierto en sí iba bien, pero hubo más de una, y más de dos, meteduras de pata. Los chavales de la organización no daban abasto para contener y hacer respetar un cierto orden. Es más, hasta me mosqueó el cantante de los teloneros: estaban, tras nosotros, vendiendo –creo, le vi un montón de cedés en la mano- sus discos y, murmutiando, nos molestaban… vamos, que tuvimos que llamarles la atención… lo que fue penoso, la verdad: falló su respeto para con sus colegas y para con nosotros, los espectadores. Por cierto, al menos alguno de ellos, de los de ese grupo, portaba en sus manos copas de cristal –o vidrio, que no sé yo distinguir esas cosas- por allí, entre el público.

Comprendo que pueda haber conciertos en los que sea dado el ambiente, digamos, gamberrete. Pero Luna Lunera no creo que sea el sitio para ello. Para que el personal esté “bolillón”, en pie, empujando y mojando a los de alrededor. Había uno, incluso, que no hacía sino tracamandear la cámara que va volando por allí. Y un individuo que trabaja en ello se tiró por dos veces, por encima de todos nuestros asientos –ya fue definitivo, no pudimos volver a sentarnos: los había dejado demasiado enmierdados como para ello-, a llamarle la atención. Los servicios, al menos los de mujeres, no era muy recomendable usarlos, al menos a cierta hora ya.

Me parece que el festival, muy subvencionado por organismos públicos, debe tratar de preservar la esencia, que es que el personal disfrute de actuaciones en un marco incomparable y tranquilo. No puede decirse que “el que va a un concierto de Loquillo ya sabe a qué va”. Vuelvo a lo mismo, muchos de los “Loquilleros” o “Loquillistas” que allí hubo estaban tranquilos y con ganas de disfrutar. No creo que se amortice con las entradas, ni con el bar, yo creo que se mantiene por el dinero público que se le concede, no creo que Sos pueda soportar semejante evento.

La compañía que tuvo Loquillo (Gabriel Sopeña, Miguel Ríos –el chavalín- y Sabino Méndez) dice mucho a favor del profesional que es. Sus músicos, excelentes. Él, un señor –había actuado en Veruela por la tarde en un homenaje a José Antonio Labordeta y en Sos estuvo casi dos horas y media dándole-. Sólo, pues, he de decir que lo decepcionante fue Luna Lunera. Muy decepcionante (¡qué diferencia con “Pirineos Sur”!). Me han dicho que el concierto de Amancio Prada en Tauste resultó acojonante… qué pena, perdérmelo.

LA CRÓNICA DE ALBERTO


Alberto Pérez me mandó un correo el día de San Ignacio de Loyola, el 31 (que es el día en el que nacieron Leyre y Javier, los gemelos de Esther y Santiago -es navarro éste último nombrado, no lo digo por nada- y, por cierto, 22 años antes, mi hija Carmen, la de verde en la foto) en el que me decía que no hubo podido subir la "apresurada crónica taustana" que a continuación va y me pidió que tratara de subirla al blog yo. El motivo, Alberto, según me ha dicho “el cacharro”, es que hay demasiados caracteres, de modo que la subo como una entrada más, en lugar de como un comentario, y ya está. Ahí va, sin dilación ni mayor presentación:

CRÓNICA TAUSTANA

Salud, Roberto:

Perdona que haya tardado unos días en dar señales de vida, pero me retenían ciertas invenciones urgentes. Veo, por la foto de presentación de Tausterock, que tus hijos, aparte del natural aire de familia, han heredado de ti la vitalidad y el sentido del humor.

Supongo que al otro lado de la cámara estaría Mariajosé.

Estuvo sabrosa la parrafada sobre móviles ágrafos que nos marcamos el sábado pasado durante los preparativos de mi actuación. Instantes antes, Pepe y Carlos me habían hecho la visita guiada al Aquatauste, aunque me exoneraron de la obligación de descalzarme, por ir ya vestido de respeto.

No sabes lo contento que me puse cuando me escribió Pilar Fresco invitándome de nuevo a actuar en Tauste. ¡De vuelta al paraíso!, me dije, e hice memoria de las dos visitas anteriores. El viaje desde Madrid fue muy tranquilo, recorriendo paisajes familiares, aunque siempre distintos: el valle del Henares, la Alcarria Alta, el valle del Jalón, el Campo de Cariñena, la Muela, y ya las terrazas del Ebro, que me marcaban el camino hacia vuestra tierra cincovillana.

Al llegar a Tauste llamé a Manolo, que me franqueó las instalaciones del Reina Rana desde la mismísima piscina municipal, mientras se acercaba en persona hasta el hotel. En él, por cierto, descubrí a un gran melómano y un gran conversador. Después, una siestecita y una ducha para quitarme el polvo del camino, y, ya tranquilamente, hacia el Parque del Agua.

Allí me esperaba, puntual, una nutrida representación del comité organizador de “En verano quedamos en el Parque”, con Pilar y Pepe a la cabeza –siento no recordar los nombres de todos- que me trataron, como siempre, con un cariño y un respeto admirables.

Y ya, acometimos sin demora la prueba de sonido, capítulo entretenido y no siempre desprovisto de sobresaltos. Pero en esta ocasión contábamos afortunadamente con los valerosos Cai y Trepa, auténticos Ángeles Acústicos, cuya profesionalidad y buen trato fueron ejemplares. Ah, ya para entonces, la compañera de Carlos -¿será posible que no recuerde su nombre, sólo que se crió en Alemania?- había colocado primorosamente las sillas, alternando el naranja y el amarillo.

Una vez que todo estuvo a punto, me retiré a un rinconcito tranquilo del Centro de Interpretación, a esperar la señal de Pepe para pasar al ataque, quien, por cierto, me pidió retrasar la salida unos minutos, pues no dejaba de llegar gente, cosa que me alegró mucho.

Una vez en el escenario, vi que el cierzo nos acompañaría durante toda la noche, lo que me obligó a imprimirle a la actuación un ritmo más vivo del previsto, sacrificando canciones e historias –como la de Calamocha- con las que el público creo que se habría regocijado de lo lindo, sobre todo con la del hermanamiento de los patronos respectivos de Tauste -la Virgen de Sancho Abarca y San Miguel- con los de mi Sigüenza natal -la Virgen de la Mayor y San Vicente-. Pero bueno, no todo puede salir como uno quiere.

Por cierto, veo que no te pasaron inadvertidos los efectos del agua de las Vigañuelas en mi organismo, pues, nada más recibir el último aplauso, dejé atrás al mesmo viento para aliviarme. Después hubo sesión de fotos con la chiquillería taustano-gallurana, y ya no nos volvimos a ver. Aunque sí comparecí pasado un rato para despedirme de los que quedaban, e incluso cantar un fragmento de “Viajera”, de Lolita Garrido, a medias con Ángel Gracia.

Se me olvidaba que, una vez recogidos los pertrechos trovadorescos, la noche se prolongó, creo que en el Guacamayo, frente a la Casa de la Cámara, adonde los esforzados y eólicos Anica y Toño, me condujeron y donde les esperaban otros amigos igual de melómanos e incansables que ellos.

Dejo para el final la placentera sensación que se experimenta al cantar y tocar mientras se contempla una torre tan hermosa como la de Tauste. Y, mira por dónde, ahora me entero de que no es mudéjar. Pues que se prepare el bueno de Jaime Carbonel, que me la tiene que justificar por lo menudo cuando vuelva por allí. Felicidades, por cierto, por su extraordinario artículo. Con más tiempo me adentraré en los otros blogs que me recomiendas, para no quemarlos. Y ahora vuelvo a mis obligaciones, que en este momento son esencialmente cantar y fregar.

Muchas gracias, Roberto. Un fuerte abrazo y muchos recuerdos a todos.

Alberto

miércoles, 28 de julio de 2010

ALBERTO PÉREZ... OTRA VEZ

Es la mejor foto que pudimos obtener... la noche, los medios... ya se sabe

Definitivamente, mi ausencia ha sido gorda: dos meses y dos días he estado sin aparecer por aquí. En fin, mis líos y mis cosas.

He estado en Madrid corriendo, en Córdoba disfrutando de la Mezquita gratis, en Málaga malagueando con mi Carmen y mis amigos, en Castejón de Valdejasa oyendo a Marisancho decir la tira de cosas acerca del Castillo de Sora –y disfrutando de la hospitalidad de los castejoneros- en Sádaba. Bueno, que para qué voy a contar todo aquello que he hecho. Sin embargo, sí que quiero detenerme para decir que quería que Mariajosé oyera las campanadas del reloj de la Plaza de las Tendillas de Córdoba, que lo he estado olvidando mucho tiempo. Después de pasar por allí cinco veces, por fin, cuando nos íbamos ya para Málaga, oímos dar la “media”; dos “campanazos”. Para quien no sepa a qué me refiero, mejor dejo que vaya a Córdoba sin desvelarlo, que, en fin, a lo mejor parece una tontada, pero resulta curioso. A mí me lo contó un cordobés en 2003 –y había estado unas cuantas veces en esa hermosa ciudad antes- y no sabía nada de eso yo Os intriga, a que sí.

Bien, ya se sabe que ha empezado la VII Edición de las actuaciones que vienen celebrándose en verano. Hogaño se llaman “En verano quedamos en el parque”.

El primero en intervenir, en “romper el aire”, ha sido Alberto Pérez. Antes de hablar del acontecimiento quiero decirte, Alberto, si lees esto, que anoche, viendo en algún telediario al Presidente de la Generalitat de Cataluña, me vino al esmo la charrada que tuvimos antes de que empezaras a tocar: este señor, José Montilla, inauguró algo rarísimo, inauguró los veinteavos campeonatos de Europa de Atletismo, fíjate. Curiosamente, en inglés, aunque pronunció con un deje muy poco inglés, entendí lo que inauguró. Supongo que en catalán también inauguró algo cierto –que tampoco lo sé, que no gasto yo de eso-. Pero, hijo mío, en castellano, siendo ésa su lengua madre o materna, no atinó, porque lo que pretendió inaugurar era la vigésima edición de los mencionados campeonatos. El pobre se refirió con un partitivo a un ordinal. Y encima -recuerda que hablábamos del modo de expresarse de cierto grupo de edad-, dicho Presidente tiene ya sus años y, creo, sus estudios, lo que corrobora que ni aquéllos ni éstos son garantía de mucho.

Ya está, ahora toca hablar de ti, de tu actuación.

Has sido el primero en hacerlo en el marco de Aquatauste, el parque del agua recientemente inaugurado en Tauste. Me hiciste disfrutar, cómo no, con tu arte. Con tus artes, por mejor decir. Solventaste alguno de los imprevistos -los niños paseándose por cualquier sitio, aunque te hubieron sorprendido, ellos y otros mayores, por la retaguardia- de manera magistral, demostrando tablas, demostrando paciencia y humor. Solventaste de muy buena manera la competición que establecieron contigo los anuros con su croar, el fresco de la noche, la circulación rodada por detrás… En fin, disfrutamos de un concierto de mucho agrado. De lo nuevo del repertorio, de lo que no conocía, me quedo con tu rocanrol a capella. Pero sólo lo digo por señalar algo, porque tu saber estar, tu trabajo de información y de retentiva para acercarte a quienes acuden a tus conciertos, tu curiosidad y tu gracia no fallan y encandilan a la concurrencia. Insisto, nos fue grata tu compañía, fue muy divertido estar allí y se nos pasó el rato en un inte.

Hablaste de nuestra torre mudéjar. Y te emplazo a que entres, con calma, en el blog de Jaime Carbonel, que también estuvo en tu concierto -no se pierde ni uno-, porque creo que te hará pensar en ello. No te digo más, prefiero dejarte como hiciste tú con la historia de la novia de Calamocha y el frío que parece superar al de Sigüenza.

Y para rematar, aunque fuera muy diurética el agua que bebiste, sigo sin asegurar que fuera -o que no lo fuera- agua de la fuente de las Vigañuelas. Aludo a la diuresis porque tuve ocasión de comprobar que te pixabas y, por cierto, ya no me pude despedir de ti.

Así que aprovecho para hacerlo ahora: hasta la próxima, Alberto, que sé que la habrá.