DIGNIDAD

martes, 9 de febrero de 2010

DEL LACONISMO Y BELLOS ATROS DANDALOS



Las cosas como son, en esta tierra da pampurrias correr en muchos momentos, en los momentos –muchos y grandes y duros- del cierzo. Menos mal que me gusta hacerlo, a pesar de todo.

Ayer purniaba. Y corro yo con las garras al aire. Y las purnas de ayer no eran como las que pueden caerte en verano. Lo soportaba, pero iba jodido. Menos mal –siempre encuentro algo bueno, algún menos mal- que no me rafian la una contra la otra –las garras, digo-. Mateo me decía que debía ir como él, más tapado, más abrigado. Me estaba poniendo negro, con su sapiencia.

Ayer es que los hados estaban juguetones, porque, al poquico de salir, inopinadamente, nos encontramos con una variante cortándonos el paso. Allí estaba, recién inaugurada y atestada de vehículos. Uno de Horcona nos salpicó bien, aunque, claro, es lógico, porque había agüica en el piso y porque nosotros, si queríamos cruzar, que queríamos, teníamos que apostarnos bien cerca y atentos. Como si cruzáramos la emetreinta de Madrid, vamos.

Llegamos a un lugar en el que te pasan poncima unos cables muy grandes, entre dos torres de ésas del estilo de Eiffel, y nos quedamos mirando aturdidos: nunca habíamos oído tal ruido. Pasamos mucho por allí, pero jamás nos habíamos encontrado con ese estrapalucio. No nos asustamos, sólo fue sorpresa. Y ya no discutimos.

Ahí, en ese momento y sitio, me vino a la cabeza La cónica, alguien que ha entrado a comentar en la anterior –y escasica o escueta- intervención mía. Se me ocurrió que pudiera ser poeta, ella. Al fin y al cabo, la poesía entiendo yo que ha de ser algo parecido a eso, a brevedad, a laconismo. Más bien, quizá, concisión: se ha de saber decir mucho de manera escueta, de manera intensa. Y de la manera más artística de la que se sea capaz. No lo había leído Mateo, me dijo, pero coincidía con mis apreciaciones. Tampoco sé de ella yo, le decía, esto sólo es elucubrar: con ese nombre, nombre que se elige adrede, pudieran ir por ahí los tiros –luego, esta mañana he entrado por su perfil y me he dado cuenta de que atiné, creo-. Aún seguimos con el dandalo un rato. El caso es que, purnia purniando, a la vuelta malos esbarizones nos pegábamos, que casi paicía que patináramos, en lugar de correr, por culpa del chabisque que se había formado. Y, dandaliando, no sé a quién de los dos, le salió del esmo un escurrimiento: pudiera tener asociada la poesía una forma cónica. Por su pureza y sencillez de líneas –aunque, a la vez, tan difíciles de copiar, de perfeccionar-, por su apuntamiento directo y nítido hacia el cielo -¿estará el Parnaso allá arriba?-, por su base perfecta, que es, a la par, base y cobijo… en fin, no sabemos si nos influyeron los electrones locos de los cables enormes de alta tensión que parecían estar festejando algo gordo, o muy cabreados, cualquier cosa cabía, para entretener nuestras neuronas en tales devaneos.

Ya en Tauste, aún hubo una tontada que decir: si fuera en masculino, o sea, laconico –así, sin tilde-, podríamos decir que es un brazuelico del cerdo. ¿No?

Ya veis, esto es grato, después de todo: hay gente que quiero, pero que había dejado de frecuentar, que aparece gracias a este coso. Hace muy poquico, Feli Lagranja. Y mira que está cerca, pues vive en Zaragoza. Y mira que tengo su número de teléfono –sus, que el del fijo también lo tengo- pero, en fin, cosas que pasan. Eso es, que pasan o que pasamos.

Pues nada, esta cosa va dedicada a ambas dos, a La cónica y a Feli.