DIGNIDAD

martes, 20 de abril de 2010

VISPRA 2010

Espectadoras privilegiadas de la Andada

Esta mañana, antes del chupinazo, de cualquiera de ellos pues desde hace algunos años hay dos, he estado charrando con Don Miguel Salas –usease, Miguel Gato- de nuestras cosas, y de otras cosas, un ratico. Aún nos han quedado muchas por decir, pero ya nos las diremos, que hay días.

Luego me he ido a correr. Para no variar, se ha acoplado Mateo. Bueno, he sido yo quien se ha acoplado, que es que estoy muy desentrenado, que es que no puede ser. Pues bien, el jodido me ha dicho que había leído mi última entrada, mi último post, y que podría haber hecho la famosa cita de Cesare Pavese al principio, la que dice: “El modo de no cambiar es no pensar” y hubiera quedado el primer párrafo más sencillo, hasta más elegante. Hubiera hecho honor, me decía, a nuestro insigne paisano Baltasar Gracián con su famoso "lo bueno, si breve, dos veces bueno, y aun lo malo, si poco, no tan malo" ¡Joder con el Mateo y sus críticas! Como es natural, le he dicho que sí, que es verdad, pero que yo lo que quería decir, por ver si metía el dedo en el ojo de alguno, preferí decirlo así, tal como lo dije, además de que pretendía mencionar a Maricarmen… (¡y que no conocía la cita del Pavese, qué narices, lo reconozco..! claro, eso no se lo he dicho, al Mateíto los güevos ya, no iba a reconocerle que tenía razón, pues no faltaría más).

Nada, seguimos corriendo, yo echando las muelas y el liviano y él tan liviano, y le comento que el domingo pasado, el 11, hice la Andada y que, cuando llegaba a Canduero, oliéndolas antes, vi las güellas de la foto y me vino a la cabeza –u al esmo- una conferencia que di el 10 de marzo –me interrumpió para criticar, como hace mi amigo Josemari, que esas cosas se hagan a esas horas, se refería a que los actos del día de la Mujer y aledaños, días 8, 9 y 10 de marzo entre otros, se llevan a cabo entre las tres y las cinco de la tarde, horas en las que hay mucho personal que quiere pero no puede acudir, pero que yo no tengo la potestad de cambiar, ya se lo he dicho, aunque estoy de acuerdo… vaya con Mateo-. Pues eso, que le decía que una parte de la conferencia -que se titulaba "La Autoestima"- a la que quise dar énfasis, versaba acerca de la autoestima en la gente que tenía una cierta edad, los jubilados. Le decía, esperando que no me cortara, que hice hincapié en el asunto de que las personas que llegan a determinado momento de su vida, y que, encima, han aprendido a conocerse y apreciarse, a estimarse, puede que se encuentren con que los que están cerca decidan que están mejor en según qué sitios, sin que ellos hayan decidido nada, sin que hayan podido opinar siquiera. Siendo autosuficientes. Y, a lo mejor, ni precisan ir a esos lugares. Eso tiene que ser muy doloroso. Y es algo de lo que se tiene constancia hace mucho: el menosprecio que sienten muchas personas hacia sí de gente por quienes han hecho todo lo que han sido capaces de hacer les duele absolutamente, les provoca un dolor sin fondo, del que no suelen salir. Y, claro, pensaba yo que pueden pensar ellos, esas personas de las que hablo, a esas alturas de su periplo vital, que a lo mejor se han equivocado teniendo ilusiones, para luego acabar su vida estabulados.

Por eso he asociado las reses de Canduero con mi conferencia.

En fin, he conseguido parar el crono a la puerta de casa en 42’ 51’’, cosa que no está nada mal al fin y al cabo. Luego, tras comer celebrando la Vispra y el primer mes de casados, nos hemos ido a la Prueba del Dance y el Berdo se ha preguntado preguntándome que qué tendrá eso para gustarnos tanto y emocionarnos tanto y Bruce (Sergio) me ha hecho ver que lee todo esto. Así pues, aun con todo, pienso que mejor es que sigamos convencidos de que lo importante en la vida es ser felices… y poner manos a la obra y estar con quienes están donde no quieren, para hacerles pasar sus raticos de la mejor manera.

miércoles, 7 de abril de 2010

CIRCUNSPECCIÓN

Abdullah y Muhamad: dos marroquíes en Ualili (o Volubilis),
espectaculares ruinas romanas al lado de Meknes, en pleno corazón de Marruecos

Hace ni siquiera dos años yo tenía claro que no pensaba casarme. Sin embargo, Maricarmen Echegoyen, alguien de quien ya he hablado antes aquí, mientras conversábamos ella y yo una conversación de antropología y de historia y de psicología y de lo políticosocial, con el modo de razonar que la caracteriza, me hizo ver cosas en las que no había pensado. En resumiendo: que me hizo cambiar el chip (yo es que lo de los integrismos me lo paso por allí mismo). No es malo cambiar, al fin. Incluso es bueno. Claro está, cuando se piensa que es mejor el nuevo pensamiento o el nuevo razonamiento. Y más, además, si resulta ser de una coherencia aplastante con cada cual. Se lo dije a la Roya, a Mariajosé, y dijo que “pues hala pues, pues hala a casarnos”. Y eso hicimos el día 20 de marzo. Os quiero agradecer las muestras de cariño, los parabienes con que nos habéis deleitado quienes lo habéis hecho. Fueron unos prolegómenos divertidos y gratos y, el día D, tanto la ceremonia como la celebración fueron actos llenos de ternura, sorpresas y agradables momentos. Fue un día inolvidable.

Hace tiempo que no escribo: entre los quehaceres acumulados y la vorágine de todos los momentos vividos y que el ordenador no funcionaba, no ha podido ser. Discúlpenme quienes hayan querido leer alguna de mis chorradicas o cavilaciones. Discúlpame, Marisa. Espero ser más fiel o constante en lo sucesivo.

Después de la boda, nos fuimos al Magrib –según los naturales, así se llama Marruecos, y yo pretendo ser respetuoso con todiós-. Siguieron dándonos sorpresas, desde aquí –Latifa, nombre que significa amable, aunque sea de Marruecos, está aquí en Tauste, y la queremos porque es que hay que quererla- y, luego, allí: nos esperaba Abdullah en el aeropuerto y nos llevó a todos los sitios en seis coches distintos –se los prestaban, el suyo estaba en el taller-. Muhamad, su tío, nos acompañó y mostró cosas que no verán tan fácilmente ojos extraños a los ojos de allí, de Tánger.

No puedo hacer exhaustiva la crónica: sería enormemente larga. Tío y sobrino aman su tierra, su Tánger, como se debe. Y cada uno de manera distinta, y cada uno el mismo Tánger, pero según sus perspectivas. Muhamad, la historia y la calle y las gentes. Abdullah, la modernidad y su calle y sus gentes. Las dos vimos gracias a su generosidad, en ambas nos metieron, nos incluyeron. Y son críticos, que de pánfilos o cursis nada. Pero nos hicieron ver ese amor y nos mostraron lo amado.

Hay en Marruecos, como decía Muhamad, como en todos sitios, mala gente… pero poca. Y el natural de los lugareños, es decir, de la mayoría, de la buena gente, es amable y sonriente. Son tranquilos. Hay una frase, que ya ha aprendido también el foráneo, que dice mucho de ellos: “Prisa mata”. Es verdad, ¿qué prisa tenemos para acabar haciendo las cosas?

Como no quiero cansar, acabaré aquí diciendo algo que se me ocurrió, para resumir a mi Laura y Albert cuando me preguntaban acerca de aquello: en nueve días de Marruecos he aprendido más que en cinco años de carrera.