DIGNIDAD

lunes, 27 de enero de 2014

QUERAMOS, QUE PODREMOS


Afueras del Centro de Historias: Plazuela de San Agustín.



Tengo un amigo que se llama Ildefonso. Le conté una vez algo acerca del respeto que me demostró una persona situada en alto nivel en la Universidad de Málaga, y que además era del OPUS -lo que aún me desconcertó más-, cuando se me disculpó una vez que se dio cuenta de que no era correcto asociar desorden, o caos, con anarquía. No le tembló la voz para rectificar ante… no sé, quizá doscientas cincuenta personas. Y con la cara a la vista. Hace poco llamé la atención a otra persona, que también es de nivel, intelectual y lingüístico en este caso, porque hizo, en tono de mofa, un comentario similar, es decir, asociar caos y arbitrariedad con anarquía. No voy por ahí corrigiendo al personal. Trato de razonar positivamente lo que digo y si, por ende, hay quienes se dan por aludidos y rectificados al considerar que la razón me asiste a mí y, rectifiquen en público o no, modifican su actitud o comportamiento, como yo hago cuando detecto, o se me hace saber y se me demuestra, que me he equivocado, doy por bien empleado el esfuerzo de mostrarme, de manifestarme.

Mi amigo Miguel, el Cervantes del que ya he hablado antes, me decía que venía la plataforma PODEMOS a presentarse en Zaragoza el día 23, el de San Ildefonso, patrón de Cabañas de Ebro por cierto. Me pidió que me informara, si podía, y le informara a él después. Mi amigo Miguel, estas navidades en su casa, me volvió a dar muestras -y lecciones- de lo que es ser tolerante o condescendiente. Según se ve, y como dice mi admirado Noam Chomsky, estamos inmersos en un sistema que es la subordinación al modo de gobernar de sinvergüenzas, no políticos.

En Zaragoza no hace calor el día de San Ildefonso. En el Centro de Historias, que es donde había que acudir para atender a la presentación de esa plataforma,  no cabíamos. Quizá se hubiera podido poner una pantalla y un altavoz en el exterior y verse lo que sucedía en el atestado salón de actos. Sin embargo, y dice mucho a favor de estos mozos, decidieron salir a hablarnos a todos. No cómodamente desde dentro: salieron a pasar frío con los demás a la Plazuela de San Agustín. Y allí explicaron lo que por ahí, por cualquier foro, puede leerse, lo que dicen. No voy a extenderme por tanto, aunque sí señalaré que uno que no votaba desde que le habían estafado cuando el referéndum de la OTAN, más de treinta años dijo que hacía ya de eso, se había dejado convencer y se “acercaría, después de tanto tiempo, a una de esas urnas de cristal”; un vasco, que acertó a estar viendo a unas amigas en Zaragoza y ya se pasó de paso a ver aquello, dijo que, después de haber sido siempre nacionalista, tanto votante como electo, se pasaría a arrimar el hombro, como mínimo con el voto, pues le había parecido coherente lo que allí se dijo. Dice mucho la palabra patria Pablo Iglesias. Palabra que me había dado en cambio cierto repelús a mí, desde hace mucho. Hice mía una frase de mi admirado paisano Ramón J. Sender Garcés que dice, alto u baxo (en aragonés, aproximadamente), que para él no existe la nación –refiriéndose a patria o estado-, sino el territorio, que el suyo es Aragón y a él se atiene. Y este mozo me ha hecho repensar la cosa: probablemente le tuviera manía a la palabra por quiénes y cómo la habían usado, es decir, quienes sólo consideraban que España era –es- suya. Quienes la están desmantelando para su beneficio, ésos que ahuecan la boca al pronunciarla, pero les significa algo así como “corral en el que todo me pertenece”. Él, indignado, ha buscado con ilusión algún modo de arreglar esto para todos.

No quiero cansar ni aburrir, entre otras cosas porque quiero que tenga eco lo que escribo, lo que dicen los de PODEMOS y que, en resumen, podría quedar como que pretenden la dignidad de las personas, tomando las riendas de sus propias vidas. Así que aquí lo dejo.